El "vicio" de ir a la feria en Vilagarcía: "Si no vengo un día es que algo me pasó"

Los puestos ambulantes rebosaban de clientes gracias a una mañana de martes nublada

Puestos ambulantes en el mercadillo de Vilagarcía.   | // NOÉ PARGA

Puestos ambulantes en el mercadillo de Vilagarcía. | // NOÉ PARGA / diego g. carballo

Diego G. Carballo

Las colas para entrar a los aparcamientos de la ciudad son la primera señal de que es día de feria en Vilagarcía. Todos los martes y sábados, las calles ceden su espacio a la aparente infinidad de puestos ambulantes que se pueden divisar en las principales arterias viales de la ciudad, teniendo su epicentro en las calles Arzobispo Lago y Alexandre Bóveda. Los “tenderetes”, como algunos les llaman, están a rebosar de diferentes productos. Los más habituales son textiles: camisetas, ropa interior, pantalones y calcetines, así como zapatos, accesorios y bisutería. Pero no es todo ropa, otros comerciantes ofrecen objetos artesanales, textil del hogar, menaje de cocina o utensilios de jardín.

El ambiente es alegre y rebosante de vida, con familias y turistas conversando entre los anuncios de ofertas de los feriantes en una mañana de martes nublada que ha proporcionado un descanso del sol de verano. Sin embargo, hay un vendedor que es más silencioso, pero que es bien querido entre su competencia y la clientela. Daniel Torres, de 73 años, tiene un camión con el cajón abierto desde el cual vende todo tipo de artículos que podríamos encontrar en una ferretería: utensilios de campo y jardín, macetas, azadas, escobas y otros. Torres lleva más de 30 años acudiendo a su cita todos los martes, y agradece el tiempo menos caluroso del día: “hoy se ve más gente, está nublado y no hace tanto calor”.

El comerciante cree que el éxito de la feria viene por “sus precios, productos diferentes [a los de los comercios tradicionales] y para ver que está más barato”, una tesis que apoya Carmen Caeiro, de 67 años, que es una asidua del evento: “Me encanta la feria. Si no vengo un día es que algo me pasó”, dice entre risas, llegando a admitir que “tenía una operación un martes y les dije que me la cambiaran, que no me podía perder el mercadillo”. Los productos que suelen llenar su cesta son “pashminas, calzado, ropa... siempre de buena calidad”, y la llegada de las rebajas no cambia sus planes: “compro en comercios en las rebajas, pero sigo viniendo aquí”.

Atractiva para el turismo

La feria no es solo para los locales, sino que también atrae a turistas, como Encarna y María Jesús, procedentes de Madrid: “Nos gustan mucho los mercadillos, encuentras muchas cosas distintas”, dice Encarna. El ambiente en las calles también ensalza la experiencia para María Jesús, quien dice que “buscar entre los puestos, las gangas, regatear...” son sus actividades favoritas, y destaca el ambiente y la cercanía y trato personal de los feriantes con los clientes.

Dunia Jairo, de 30 años, ayuda a su padre en su puesto en la plaza Doutor Carús, donde se les puede encontrar martes y sábado: “Vendemos textil del hogar principalmente, sábanas, toallas, colchas, cubre-colchones...”, añade. Jairo dice que la clientela no suele faltar a su cita por las mañanas, aunque haya calor, y que no nota en exceso la llegada de las rebajas y la presencia de grandes superficies: “al principio sí que nos quitaron clientela, ahora que pasó el tiempo ya se estabilizó la situación un poco”.

Productos frescos en la plaza

En la plaza de la verdura los productos de la huerta vuelan, con muchos puestos ya vacíos de material al mediodía. Carmen Martínez, de 72 años, es otra veterana de la feria, acudiendo a ella los últimos 30 años. “Tengo zanahorias, tomates, pimientos, puerros, lechugas... todo de nuestro huerto, de Galicia”, indica. Otros puestos ofrecen también frutas, plantas y semillas. Martínez tiene claro el principal atractivo de la plaza frente a las grandes superficies: “el producto es fresco, recogido ayer u hoy, mientras que en supermercados las cosas tienen más tiempo”.

En la plaza de abastos se pueden encontrar productos cárnicos y del mar. María del Carmen García, de 62 años, se dedica a estos últimos: “Me levanto a las 2 de la mañana a buscar marisco a la lonja”, dice. Los productos que se ofrecen en su sección varían de pescados más comunes como jurel, lubina, faneca o dorada a marisco de la ría, donde se pueden encontrar centollos y nécoras, entre otros.

García se queja de que no hay clientela por falta de aparcamiento, algo recogido también por otros feriantes: “Es muy complicado aparcar por aquí, o pagas aparcamiento o tienes que irte cerca del puerto. Nuestros clientes son gente mayor y no van a cargar con las bolsas hasta allí”, dice García con indignación. Una situación no facilitada por las obras que han cortado dos carriles en la calle Valle Inclán, una de las arterias de la ciudad.

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