Mirador de Lobeira

Menos samba y más seguridad

Menos samba y más seguridad

Menos samba y más seguridad / Antonio Touriño

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Llega la temporada de fiestas del verano, de la pachanga, una tradición ya en plena efervescencia en aldeas y pueblos que rivalizan casi hasta la hostilidad sobre las mejores orquestas, las más estruendosas tracas de fuegos, las espectaculares iluminaciones o el mayor numero de atracciones, tómbolas y puestos.

El caso es reunir a multitudes, cueste lo que cueste, porque no se van a escatimar gastos para una vez que las celebran al año, incluso sin importar la factura de la Panorama, El Combo Dominicano o la París de Noia que se las disputan todas las comisiones por esas cosas de la “sabrosura” y “meneítos” que tiene el nuevo merengue del “perreo”.

Difícil resulta calificar de dispendio público cualquiera de estas expresiones festivas pues en todo caso, en su mayor parte, son orquestas contratadas por los propios vecinos, por unas asociaciones que se han comprometido a organizar las mejores fiestas de toda “la contorna”, valga la expresión, aunque el dinero no siempre se consiga puerta a puerta.

Una euforia que siempre es grato compartir salvo cuando ocurre un desastre como hace menos de un mes pasó en San Miguel de Deiro, en Vilanova de Arousa. O cuando los fuegos de artificio se estrellan contra el anonadado público; o las cabinas de una atracción, de pronto, se sueltan desde lo más alto.

Eso es precisamente lo que hay que prevenir y, quizás, es en lo que menos se piensa. La seguridad debería estar por encima de todo, porque al final las desgracias nadie es capaz de compensarlas, porque el dinero no paga ni de lejos los numerosos dramas.

Lo ocurrido en las fiestas de San Miguel de Deiro a principios de mes precisa algo más que una explicación, no es un accidente al uso porque terminó en tragedia para varias familias.

Y eso es lo que no se puede admitir. El silencio solo da pábulo a comisiones de fiestas a las que les importa más tener un buen grupo de música que seguridad en el recinto.

Ayuntamientos, Subdelegación del Gobierno, Administración autonómica tienen que tomar cartas en el asunto para que no vuelva a ocurrir otra desgracia como la de Deiro, cuando una octogenaria con un coche automático y su pareja Falconetti se llevaron por delante a nada menos que 18 personas del público, entre ellas un niño que quedó debajo del coche.

Pero pueden pasar muchas cosas más. Por eso la Axega, con la policía, los bomberos, protección civil, vigilantes han de ponerse las pilas para que no vuelva a suceder nada parecido en todo este verano en O Salnés.

Baste recordar que en otras desgracias se han tomado medidas en muy buena dirección y sino que se lo pregunten a los organizadores de las procesiones marítimas del Carmen que han tenido que adaptarse a normas estrictas de navegación, contratación de pólizas de seguros, presentación de datos sobre participación, itinerarios u ocupación.

En suma, quizás un excesivo trastorno burocrático pero que ha salvado vidas humanas en los últimos años. Ello no quiere decir que no se produzcan luego accidentes como el del madrileño que se mató contra una batea el pasado año, pero eso sí son sucesos ajenos a la organización y, por tanto, fuera de control. Menos samba y más seguridad.

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