Entrevista | Cándido Barral Alvarellos Escritor

“Se están haciendo cosas gracias a la Ley de Memoria Histórica”

Presenta su cuarto libro “Groviland”, que versa sobre la represión durante el franquismo

Cándido Barral, experiodista y escritor.  | // FDV

Cándido Barral, experiodista y escritor. | // FDV / adrián godar

Adrián Godar

Cándido Barral Alvarellos (Vilanova de Arousa, 1942) ha llevado una vida intensa a sus 80 años de edad. Comenzó en 1959 en Radio Vilanova. En 1964 ingresó como locutor en Radio Coruña antes de pasar a concejal de Imagen y Atención Ciudadana en el ayuntamiento de la ciudad herculina en calidad de independiente en las listas del Partido Socialista.

Durante doce años ha sido presidente de la asociación “Amigos de Valle Inclán”, antes de presidir el Ateneo Republicano de Galicia. Hasta la fecha ha destacado en la faceta de escritor tras publicar “La cocina de la caza en Galicia” (2009), “El Periscopio” (2019) y “Apuntes de un irreverente” (2022).

Recientemente ha presentado su última obra “Groviland”, un homenaje a las víctimas del franquismo en el que aborda los momentos más duros de la dictadura.

– Con el paso de los años, la dictadura comienza a ser rechazada por buena parte de la sociedad. ¿Ha dejado algo bueno?

–No. Una dictadura cruel como la de Franco no ha dejado nada bueno. Dejó una herencia terrible, una España otra vez enfrentada donde los viejos postulados de la Confederación Española de Derechas Autónomas han vuelto a renacer en la parte del Partido Popular y de Vox. No sé si la gente le da mucha importancia a esto, yo sí se la doy. Es grave el enfrentamiento en el que la izquierda tampoco supo hacer una labor de aproximación en su momento con el fallo histórico de la falta de entendimiento entre Felipe González y Julio Anguita. Aquella falta de raciocinio llevó a la España que tenemos enfrentada otra vez como en el 36.

– También es muy crítico con la Iglesia como figura clave dentro del franquismo. ¿Qué papel juega en la actualidad?

–La Iglesia está jugando un papel que a mí, personalmente, me preocupa mucho. Está callada. Cuando la Iglesia está en silencio, algo está tramando. Siempre alimenta a la derecha apoyándola en las eleciones, esto es histórico y cierto. La institución fue la gran culpable de la Guerra Civil española una vez provocada, fue la que alentó los frentes de guerra y la que ensalzó a los generales más crueles y sanguinarios que hubo en el enfrentamiento de 1936 a 1939. También calificaron la cruzada, de Santa Cruzada, que ya es mucho. Todo ello provocó un desmadre, una falta de control propiciada por los cardenales que no pararon de echarle gasolina al fuego.

– ¿La ley de Memoria Histórica ha supuesto un avance en este terreno?

–Ha tenido muchísimos problemas. A pesar de todo, ha supuesto un gran avance. No el que se esperaba, ni el necesario, pero sí que ha servido para poner la primera piedra. Se están haciendo cosas y esto es gracias a la Ley de Memoria Histórica. A mí lo que me preocupa mucho es que la gente de bien, que se autocalifica de moral u ordenada, se ponga en contra de una ley que lo único que pretende es la caridad y el logro de la famosa frase de Don Manuel Azaña de “paz, piedad, perdón”.

–Siempre ha hablado las cosas como las piensa, sin censura. ¿La rebeldía de antaño está enterrada?

–Está en peligro porque el silencio histórico de la Guerra Civil provocó una juventud, la actual, absolutamente despolitizada, que se encontró una situación totalmente mal arreglada, pero sin grandes preocupaciones ni grandes obstáculos y que, con la llegada de la tecnología, desplazó mucho el pensamiento humano de la sociedad. Esto hace que tengamos una juventud inconsciente de la gravedad del momento que ahora vivimos.

–¿Existe un peligro real de una vuelta a una dictadura?

–Sí que existe. Además, el capitalismo es otro elemento que puede llevar a esa situación. Nunca, como en este momento, tuvo la potencia que tiene. El capitalismo ha aprovechado la pandemia para conseguir resultados multimillonarios en las cuentas de resultados de los grandes bancos, de las empresas eléctricas, de las distribuidoras de alimentación, de las generadoras de energía, etc. El capital, hoy más que nunca, manda en el mundo y no nos va a llevar a la sociedad a un buen puerto.

–Recientemente ha publicado su cuarto libro, ¿qué se van a encontrar los lectores?

–Es absolutamente distinto a mis otros tres libros. “Groviland” es un acrónimo de las tierras del mar de Arousa. En la obra trato de reflejar en el sentido abstracto, pero muy concreto a la vez, la represión política mezclada con la represión religiosa, que dictó las normas de convivencia presididas por el hambre de las posguerra y por el miedo. Busco retratar un pueblo postergado, que no tenía voluntad, miraba siempre al suelo. En definitiva, un pueblo absolutamente distópico en el que no cabía la esperanza porque los dictados no permitían otra cosa.

–En esta obra homenajea a las víctimas de la cruel dictadura. ¿Se necesita mayor reconocimiento institucional?

–Hace falta mucho más, por supuesto . A las víctimas de la República le están llegando las migajas malolientes y tardías. Para los vencedores de la guerra no hubo más que falsos honores en muchos casos, y para los otros todavía hay que estar mendigando por las puertas de los ministerios para que se abran las cunetas donde aquella justicia (que no lo era) sepultó en el olvido a toda esa gente. La guerra se contó mal y, en ocasiones, no se contó. Se contó mal en los últimos años cuando no hubo más remedio que abrir las puertas de la historia a la realidad del momento. Nos mostraron algo que no existió fabricado a su medida y hormado a sus intereses. Menos mal que ahora los historiadores ingleses como puede ser Paul Preston abrieron los armarios a la luz y sacaron todo esto. Hay partes de esa historia negra que están sujetas a la protección del secreto histórico de más de 50 años, que lo van ampliando cada vez que les conviene.

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