Esquivando las balas desde una trinchera de paz en Vilagarcía

El ucraniano Denys Tymoshchuk, de 18 años, evitó la obligatoriedad de ingresar en las filas de un ejército en guerra al encontrar una nueva vida con la familia Ríos González

Ramiro Ríos y María González, junto a sus hijas Clara y Miriam, flanqueando a Denys Tymoshchuk.  | // NOÉ PARGA

Ramiro Ríos y María González, junto a sus hijas Clara y Miriam, flanqueando a Denys Tymoshchuk. | // NOÉ PARGA / Diego Doval

El pasado 26 de octubre Denys Timoshchuk alcanzó la mayoría de edad. Un hecho que en cualquier joven del mundo supondría motivo de felicidad, en el caso de haber nacido varón en Ucrania, la sensación se torna en una preocupación vital. Tener que ingresar de manera obligatoria en el ejercito de un país en guerra explica sin ambages las consecuencias de un conflicto bélico de tal magnitud.

Fue el 13 de marzo de 2022 cuando la ola creciente de solidaridad trajo a España a muchas mujeres, jóvenes y niños que buscaban alejarse, al menos físicamente, de una pesadilla llamada guerra. Fueron muchas las familias que abrieron su casa para dar cobijo humano y una de ellas fue, en Vilagarcía, la encabezada por Ramiro Ríos y María González.

En su domicilio de la calle Castelao, y también junto a sus tres hijas Miriam, Clara y Salomé, pasaron a convivir Denys, su hermana y las dos hijas pequeñas de ésta. Otros miembros de la unidad familiar ucraniana también encontraron cobijo en Caldas de Reis, hasta que por medio de la oenegé Accem, todos ellos se reunieron en un hotel en Vigo a la espera de irse a un piso para vivir de manera más independiente.

El joven ucraniano, ayer en los jardines de Ravella.  | // NOÉ PARGA

El joven ucraniano, ayer en los jardines de Ravella. | // NOÉ PARGA / Diego Doval

Pese a la nueva situación, fue tal el vínculo de amistad y bienestar que se generó entre Denys y la familia vilagarciana que, incluso ya instalado en Vigo, quería pasar tiempo con alguien que también supo encontrar en él enseñanzas y aprendizajes, generándose un beneficio mutuo.

Apenas un par de meses después, la familia ucraniana recibió llamadas de esperanza de su propio país. El retorno a su patria parecía posible y, pese a las dificultades, volver a vivir allí tenía menos posibilidades de un trágico final. Por ello decidieron abandonar el programa de acogida, pero la situación de Denys era muy diferente dado que, a punto de cumplir los 18 años, el obligatorio ingreso en el ejército de su país le situaba en una compleja diatriba.

Denys, su hermana y sus dos sobrinas junto a su familia vilagarciana en los primeros días en la ciudad.

Denys, su hermana y sus dos sobrinas junto a su familia vilagarciana en los primeros días en la ciudad. / INAKI ABELLA DIEGUEZ

Fue entonces cuando la familia Ríos González dejó bien claro que su apoyo seguía incluso más sólido que el primer día. Su gratitud a todo lo recibido, con la humanidad de Denys como incalculable valor, se transformó en una posibilidad a un futuro no expuesto al fuego cruzado del fragor de la batalla. La familia del ucraniano también abrazó la posibilidad planteada por el propio joven con los brazos abiertos y todo se puso en marcha para convertirse en uno de los pocos ucranianos que continúan en la comarca menos de un año después de su llegada.

No es ninguna caridad, es la suerte que hemos tenido de poder conocer a una persona tan buena como él y que tanto nos ha enseñado a la hora de afrontar problemas de los de verdad

María González

— Madre de la familia Ríos González

María González apunta que “hubo que firmar ante notario un poder con su madre conforme autorizaba que se quedaba con nosotros por voluntad del propio Denys”. Sostiene la matriarca de la familia vilagarciana que “no es ninguna caridad, es la suerte que hemos tenido de poder conocer a una persona tan buena como él y que tanto nos ha enseñado a la hora de afrontar problemas de los de verdad. Para nosotros es uno más en la familia”.

Compartiendo franja de edad con Miriam y Clara, esa fue una de las claves de su perfecta integración. Apenas diez meses después ya entiende el español, aunque su timidez le impide soltarse a hablar fuera de lo que no sea su entorno de confianza. Un hecho que no le impide sentirse un vilagarciano más que incluso probó fortuna futbolística en el San Martín y que disfruta en los partidos de baloncesto que Clara juega con el Cortegada.

Junto a Clara y Miriam en la mañana de ayer.

Junto a Clara y Miriam en la mañana de ayer. / Noe Parga

Sin perder de vista lo que sucede en su país, Denys Tymoshchuk y su familia vilagarciana miran al frente sin más propósito que no desperdiciar ni un minuto de un presente marcado por una convivencia que enriquece a todos a partes iguales.

Recibe clases telemáticas cada mañana desde su país

Labrarse un futuro es una cuestión a la que Denys Timoshchuk tampoco es ajeno. Su peculiaridad es que, al igual que sucedía en tiempos de pandemia, recibe sus clases de manera telemática. Son tres horas diarias en las que recibe la formación desde un instituto de su país, al igual que todos los jóvenes ucranianos, ya estén fuera de sus fronteras o no. Y es que el conflicto bélico obligó, entre otras cosas, a utilizar las posibilidades virtuales para mantener las obligaciones académicas a la orden del día.

Tanto la familia vilagarciana como el propio Denys reconocen sentirse felices con la experiencia.

Tanto la familia vilagarciana como el propio Denys reconocen sentirse felices con la experiencia. / Noe Parga

Mención aparte merece una implicación en materia de convivencia que le ha llevado a ganarse el cariño de los cinco miembros de la familia vilagarciana. Su sentido del humor también deja momentos muy divertidos, ya sea con el traductor de por medio o sin él, algo que comienza a ser lo más habitual. Declarado amante de la paella, Denys tampoco oculta el echar de menos algún plato de su país. Si bien en las últimos días pudo aliviar esa cuestión con la visita que realizó a Polonia. Allí reside ahora su madre merced a un contrato de trabajo que ha servido para que ambos se reencontrasen allí durante una semana, pese a que nunca han perdido el contacto diario que ahora posibilita internet.

En la noche del pasado lunes aterrizó nuevamente en Lavacolla donde fue recibido por Ramiro y María para volver al lugar donde ha encontrado una puerta abierta a la felicidad. La misma que disfruta y hace disfrutar en una familia que también le ayuda a sobrellevar los momentos bajos de una guerra que le bombardea muchas veces los pensamientos, pero que no le impiden mostrarse como una persona capaz de desprender felicidad.

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