Un trompetista argentino se inspira con la BUMM

Matías Ezequiel Amarilla se incorpora a la escuela musical meañesa

Matías Ezequiel Amarilla con su trompeta en Meaño, ayer por la mañana.   | // IÑAKI ABELLA

Matías Ezequiel Amarilla con su trompeta en Meaño, ayer por la mañana. | // IÑAKI ABELLA / Tino Hermida

Tino Hermida

El trompetista argentino Matías Ezequiel Amarilla decidió cruzar el Atlántico y, en un viaje emocional, y aprovecha para hacer escala en Meaño con el objeto de conocer su banda de música. Director en Argentina de la Banda de Música Bimbó Marsilette de Chacabuco (a 50 kms. de Junín), le embargó la pasión por desarrollar un proyecto con otras miras, a imagen de la razón de ser que las bandas tenían en España y Europa. Y el escenario elegido fue el de la BUMM.

“Cómo conocí la banda de Meaño -explica- fue a finales del verano por un link que me había enviado mi anterior profesor de trompeta en el conservatorio, y al ver así un concierto de la Banda de Meaño que participaba ese día en un certamen fuera de Galicia”. El concierto en cuestión al que se refería era el de su participación en el XXI Certamen Internacional de Banda de “Villa de Aranda”, que se celebraba el 26 de agosto en Aranda del Duero (Burgos) y que, a la postre le reportó el primer premio a la BUMM.

“Me impresionó -explica- la calidad y la sonoridad de esta banda, y las obras que interpreta, tanto que, acto seguido tecleé en el buscador ‘Meaño’ y me salía que era un pueblo de tan solo 5.000 habitantes”. “Yo -agrega- no me explicaba como un pueblo tan pequeño tenía una banda sinfónica tan grande, de tanta tradición y tal sonoridad”. “Eso hizo que, a partir de entonces -explicaba-, empezara a seguir a esta banda, su historia, y sentí ganas de cruzar el Atlántico para conocer in situ el proyecto”. De partida, planeara con su pareja y compañeros de estudio musicales -Milene Morales, Yoseli Eneu y Benjamín Szumico- un viaje emocional a las raíces de la familia de ella en Portugal y Ourense, más sus lazos en Valladolid. Pero en esas, a inicios de diciembre cuando planeaba el viaje, se cruzó la posibilidad de conocer Meaño y su banda, una ocasión que, a toda costa, no quiso desperdiciar.

Este argentino llegaba a Meaño, admitía, “muy interesado en conocer por dentro su dinámica de trabajo, su metodología, sus instalaciones… Pensaba que, si algo como Meaño existe y funcionaba, podía replicarse en nuestra Argentina, y tratar de poner en valor así la música en el país”.

Fue así que pudo contactar con el director Diego Javier Lorente y, ayer sábado, tras ser invitado y recibido por este, participaba en el ensayo con su “trompeta viajera”, que así llamaba a la suya, para hacer un punto e interesarse por cómo se estaba trabajando en Meaño. “Comprobé como Diego y la banda -apuntaba al salir- aprovechan al máximo el ensayo, es una sesión con mucha lectura, concentración, mucho tocar… Uno sale cansado, pero plenamente satisfecho de haber visto como ahí dentro se hacía un trabajo fantástico”. “Me impresionó -agregaba-, tanta juventud, tan chicos y tocando instrumentos que en Argentina no vemos: tubas, fagots, oboes…y el repertorio tan rico que manejan”.

Las bandas en Argentina, explicaba, tienen un carácter mucho más reducido, como también lo son las actuaciones y con un repertorio mucho más limitado. “Allá -explica Matías Amarilla- las bandas son formaciones pequeñas y las actuaciones está ligadas a las celebraciones de la patria, y para ello cabe tocar siempre el himno de Argentina y luego marchas militares, que ese es el estilo”. En Chacabuco, que es una ciudad de 38.000 habitantes, “la mía es una banda municipal formada por 25 músicos: trompetas, trombones, saxos, percusión, teclado y un bajo eléctrico para paliar la ausencia de tubas e instrumentos graves”, explica.

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