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mirador de lobeira

Un lujo para cualquier ciudad

El barrio de La Prosperidad forma parte de la actual Vilagarcía desde hace más de un siglo, pues los compostelanos tuvieron el privilegio en 1883 de conseguir la primera línea ferroviaria de Galicia que llegaba nada menos que a la estación de Carril. Un lujo, por tanto, a su alcance y que fue muy agradecido en verano al aproximar la playa a las gentes del interior.

Ese espléndido arenal al que se alude lleva el apellido Compostela en su honor, el cual unido a la ribera del entonces “vecino municipio de Vilagarcía” formaban el maravilloso diseño de concha, que da nombre con mayúsculas a este espectacular espacio.

Y en este mismo camino litoral se encuentran Bamio, O Castelete, O Preguntoiro y otras calas más, sin olvidar las que lucen enfrente, en la mismísima y paradisíaca isla de Cortegada, en cierto modo virginal por las dificultades de acceder a toda la población.

Pero un siglo después de aquel apogeo, las playas de Vilagarcía sufren la decadencia, sencillamente porque se han convertido en espacios urbanos a las que solo dan uso algunos vecinos que tienen una hora de descanso entre chollo y chollo.

La culpa del declive; sin duda, de todos. Y por eso hace falta un ramalazo como el que esta misma semana se ha intentado buscar en la Dirección General de Costas, que debería poner esta reivindicación entre sus prioridades.

Soluciones hay muchas para acabar con el “cadillo”, la acumulación de algas, el arrastre de arena o los sucesivos episodios de contaminación en todos y cada uno de los arenales vilagarcianos.

Lo que hace falta ahora es voluntad y un buen fajo de billetes a disposición; pero no más que los que corresponderían a otros municipios del litoral de España.

Respecto al “cadillo” o abrojo, la solución se vislumbra complicada pues la planta parece que llegó para quedarse y pinchar las ruedas de ciclistas del paseo o las alpargatas de los bañistas desprevenidos. Su presencia parece que solo puede reducirse manual o mecánicamente.

En cuanto a las algas, la naturaleza es tan sabia que el mar las arroja y las recoge, y el problema es más para los parques de cultivo por el agobio de las mariscadoras temerosas de perder la producción de la almeja más exquisita de la piel de toro.

Lo que sí debería tener solución inmediata son los vertidos, sencillamente porque se ha gastado ya tanto dinero en eliminarlos que no parece real que se sigan produciendo en medio de una ciudad de casi 40.000 habitantes.

Ahora bien, cuando se habla de conservar la arena en cualquiera de las playas vilagarcianas parece que solo queda solo recurrir a los remedios caseros de siempre, pues ninguna ocurrencia tuvo buen final hasta ahora. No hace 30 años que las instituciones públicas llegaron a fletar barcos con arena del Sáhara. Luego se apostó por la recuperación con áridos del Miño. Más tarde con arena de cantera, mucho menos noble y suave y de colores menos luminosos.

Pero hay fórmulas menos costosas que a algunos ayuntamientos les siguen dando buen resultado y nadie copia. En Riazor-Orzán, por ejemplo, grandes máquinas han arrastrado la arena hasta el paseo marítimo formando unas dunas que ni los peores vendavales podrán arrastrar. Quizás sea un método poco convencional que incluso mejore la oxigenación de las zonas de marisqueo al minimizar los problemas de salinidad.

No estaría mal probarlo para que Vilagarcía reencuentre su perla.

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