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La procesión más terrorífica recorre entre tétrica calabazas iluminadas los montes de Meaño

La fiesta del Samaín se prolongó hasta altas horas del sábado, una jornada inolvidable para los niños y sus familiares

Los cuentos del Samaín entusiasman a los pequeños. | // FDV

Centenares de calabazas iluminaron el monte meañés, ofreciendo una estampa romántica que aunaba lo tétrico y lo mítico, incluso salpicada con sus dosis de humor negro. La iniciativa se enmarcaba en la fiesta del Samaín del CEIP As Covas-Meaño -aplazado el pasado viernes por la lluvia-, y se consolida como un evento que desborda ya el ámbito escolar, para convertirse en un atractivo de gente llegada, no solamente del municipio, sino de otras localidades salinienses que no quisieron perderse el singular paisaje fúnebre travestido en fiesta terrorífica.

Fue en la noche de este viernes, en una jornada nocturna que arrancaba a las 20 horas y que se prolongaba hasta el filo de la hora bruja de la medianoche de ayer sábado. Centenares de personas que desafiaron la gélida noche para el disfrute de la estampa. Desde el centro escolar, acompañado por una tétrica banda de música -nutrida en gran parte de la Banda de Música Infantil de Meaño- y bien acicalados para la ocasión, la comitiva inició su procesión en subida a O Peñón. Una ocasión propicia para disfrutar del espectáculo amenizado por los sones disonantes de los instrumentos que evocaban el miedo y los momentos de terror.

Algunas de las tétricas calabazas que iluminaron el camino. | // FDV

Apagada la luz pública del vial que subía al monte, este solo quedaba iluminado así por las calabazas que alumbraban desde su interior con velas, lámparas de aceite e incluso luminarias led, que generaban un temible espectáculo de luces y sombras. Un espectáculo visual de 150 calabazas, apostadas a ambos lados, de tamaños y formas variopintas, con diseños elaborados por los escolares, y algunas otras aportadas por exalumnos, que quisieron sumar la suya a la fiesta. Desde las calabazas fúnebres, a las risueñas, pasando por otras desdentadas, barbudas, la de muñeco infantil diabólico, las dos que flanqueaban el tétrico sepulcro con el esqueleto en su interior… Un abanico que parecía tornarse más espeluznante a medida que el espectador se adentraba en el monte durante la marcha.

Un niño se sorprende con la presencia de una hormiga gigante. | // FDV

"Buen padre, buen marido, mal electricista doméstico"

Esta ruta contaba además con su panel de photocall y, enfrente, un tétrico cementerio en un patio interior de una pequeña casa de piedra abandonada, con lápidas cuyos epitafios exhibieron imaginación, ironía y humor negro: “Por fin deixei de fumar”, rezaba uno, u otros tales como “Traédemos gominolas, guasaniños xa teño”, “Señor, recíbeo coa mesma alegría con que cho mando”, “Chegaches á tumba co mesmo carácter co que saíches da cuna” o, para el que había fallecido electrocutado rezaba: “Buen padre, buen marido, mal electricista casero”.

Y en la cumbre, en un claro del monte, la fiesta se aderezaba con un cuentacuentos de terror, de manos de “Cris de Caldas”, con sesiones intermitentes que iban siendo seguidas por familias con los niños apostados en el suelo alrededor. En ellas “o home do saco”, personaje de leyenda que fuera en sus años asustador de niños en el folclore gallego y español, se convirtió en uno de los protagonistas de la noche.

Un momento de la procesión nocturna en los montes de Meaño FDV

A la par, en el camino asomaba por doquier un buen abanico de personajes del mundillo del Samaín: la Santa Compaña, la novia cadáver, el payaso diabólico, vampiros, fantasmas… tanto en su vertiente adulta como infantil, que arrancaban entre susto y la risa, o entre “el truco o trato” para deleite del público. Todo ello en medio de una oscuridad total, donde únicamente las calabazas y las linternas de los móviles del público guiaban el camino.

Pero la fiesta no acababa ahí, sino que bajo el patio cubierto del primer bloque de aulas, fueron las madres y padres de la ANPA A Toxa y de la Comisión de Familias -que aúna a unas 25 familias- las que echaron el resto, ofreciendo un suculento ágape al público. Y es que para la ocasión se servía chocolate caliente para combatir el frío, bebida que se estaba elaborando al abrigo en una improvisada cocina. Hasta por un momento se colapsó el servicio por un gentío más numeroso que nunca en las tres ediciones celebradas. Pero al poco se rehízo para seguir endulzando la noche con chocolate y más postres de otoño que poblaban las mesas del patio por doquier: bizcochos de castañas, bicas, magdalenas, “chulas” de calabazas…

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