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“Si tú cuidas de mi madre, yo cuidaré de la tuya”

Manuel Rial y su madre, Valvanera Costa, ayer en el homenaje Iñaki Abella

Josefina Blanco Tejerina está enterrada en el cementerio de Santa Mariña Dozo, bajo una discreta lápida de piedra situada a la izquierda de la entrada principal del camposanto. Tiene flores frescas todas las semanas, pero hasta no hace mucho no era así. La mayoría de sus descendientes viven lejos y solo los “valleinclanistas” más devotos sabían donde estaba enterrada.

Tanto entonces como ahora, la mayoría de la gente solo sabe de ella que fue la esposa del escritor vilanovés Ramón María del Valle Inclán. No obstante, su biografía es más rica que eso. Fue una actriz de cierto prestigio en su época, y una mujer decidida, adelantada a su tiempo, hasta el extremo de que se considera que fue una de las primeras españolas en pedir el divorcio, apenas unos meses después de que el Gobierno de la Segunda República regulase por primera vez las rupturas matrimoniales.

Fátima Abal, el concejal Samuel Lago y Xaquín del Valle, ante la tumba de Josefina Blanco. | // IÑAKI ABELLA

El cementerio de Santa Mariña Dozo acogió ayer al mediodía un homenaje a Josefina Blanco, que coincidía con el 64 aniversario de su fallecimiento. La propuesta surgió de un grupo de “valleinclanistas”, como Xaquín del Valle o Ángel Varela, y fue aceptada con los brazos abiertos por la alcaldesa, Fátima Abal.

La ofrenda floral y musical contó con la presencia de estudiosos de la obra de Valle e intelectuales cambadeses, así como de dos miembros de la familia Rial Costa, que lleva dos décadas cuidando de la tumba de Josefina Blanco y cuatro de la de su hijo Joaquín.

Xaquín del Valle glosó algunos aspectos de la vida de su abuela, desde sus orígenes como “niña prodigio” de los escenarios -empezó a actuar con apenas cinco años- hasta sus papeles de madurez; desde su abandono del teatro porque los directores le reservaban siempre el papel de “ingenua”, hasta el arrojo que demostró al pedir el divorcio de Valle Inclán en 1932, para lo cual contó con el respaldo de otra de las grandes defensoras de los derechos de la mujer, la madrileña Clara Campoamor.

Ofrenda a Joaquín del Valle Inclán, fallecido con cuatro meses. | // IÑAKI ABELLA

Xaquín del Valle cuenta que su abuela era una buena actriz, pero que su corta estatura -no llegaba al metro sesenta- la tenía encasillada en papeles secundarios. “Ella quería protagonizar una tragedia, una gran comedia”, explica Del Valle. Aguantó durante años, hasta que en 1913 tomó la decisión de abandonar las tablas.

Durante veinte años desapareció de la vida pública, que retomaría en 1933, tras separarse de Valle Inclán. Pero su carrera se vería de nuevo dramáticamente interrumpida por la Guerra Civil. Terminada la contienda, se ocupó de gestionar el legado de su exmarido, que había fallecido en enero de 1936.

La familia Rial Costa

En el homenaje estaban presentes Valvanera Costa Chaves y uno de sus hijos, Manuel Rial Costa. La mujer, conocida en Cambados como “Nenuca”, tomó la palabra para narrar la emocionante historia de lealtad que une desde hace décadas a su familia con Josefina Blanco y con su hijo Joaquín María, que murió en septiembre de 1914,a los cuatro meses de vida, y que está enterrado junto al altar de la vieja iglesia de Santa Mariña.

“Nenuca” Costa explica que cuando iba con su hija Sandra al cementerio a poner flores a sus difuntos, la niña siempre le preguntaba por el “meniño” que estaba enterrado junto al altar -el hijo de Valle- y las razones por las que él no tenía flores. De modo que la propia Sandra recogía algunas y se las ponía a Joaquín. Jamás perdió esa costumbre, pues le decía a su madre que para ella, “era como un hermano”. Y en 2000, cuando Sandra Rial Costa ya era una prometedora estudiante de Pedagogía, esa relación se estrechó aún más.

La cambadesa recibió una beca europea para estudiar durante nueve meses en una universidad de Buenos Aires (Argentina), y unos días antes de partir, acudió a la tumba del “meniño”. Allí, le dijo: “Si tú cuidas de mi madre, yo cuidaré de la tuya”.

La promesa jamás se rompió. Estos días, Valvanera Costa regresó con unos luminosos ramos de leucadendros y crisantemos amarillos cultivados en su propia finca.

Unas flores preciosas que estos días no estarán solas, pues ahora las acompañan las rosas rojas y las calas con las que el mundo de la cultura ha querido recordar que Josefina Blanco fue mucho más que la esposa de un genio.

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