El Premio Lola Torres tiene como finalidad "destacar la gastronomía de aquellos restaurantes y/o cocineros que lleven como mínimo 25 años de trayectoria deleitando paladares con su cocina tradicional, elaborada principalmente con productos autóctonos de la zona, ya sean carnes, pescados, legumbres, verduras o vinos".

Este certamen, resaltan en Amigos de Galicia, "surgió como un merecido homenaje a las mujeres gallegas de la posguerra, pues a pesar de la escasez de alimentos y de productos, fueron capaces, siguiendo la tradición de los pazos, de elevar los platos a un nivel de gran calidad".

Así las cosas, "en la primera mitad del siglo XX, cocineras como Josefina Vilas o Lola Torres tomaron el relevo de una tradición que supieron trasladar con éxito a los restaurantes".

Y como se explicaba anteriormente, fue como muestra de reconocimiento a esas mujeres que la Fundación Amigos de Galicia creó el Premio Nacional de Gastronomía Tradicional.

Lleva el nombre de Lola Torres, nacida en O Grove en 1917, para recordar a esta gran cocinera e infatigable mujer que con solo doce años empezó a trabajar en A Toxa y que, con 17, empezó a hacerlo en la sección de salsas de la fábrica de conservas El Marino, lo cual la ayudaría más adelante en su faceta de cocinera.

Como se explicó en otras ocasiones, con 30 años Lola Torres se casó con Francisco, exiliado en el norte de África, y fueron padres de dos hijos, Carmen y Francisco. En 1951 fundaron el restaurante Finisterre, en O Grove, y allí "puso en marcha su creatividad en la cocina, considerada hoy cocina tradicional, pero de vanguardia para la época".

Dicen en Amigos de Galicia que en aquel negocio "nacieron el arroz con bogavante, el asado Xacobeo con carne de ternera o la merluza al albariño", destacando en todo momento "la utilización de productos de gran calidad y una cuidada elaboración y presentación".

De este modo "fueron mejorados platos gallegos tan conocidos como los callos, el pulpo, y distintos postres tradicionales".

Lola Torres murió en O Grove en 2002 y en 2003 logró el Premio Álvaro Cunqueiro, como reconocimiento a su labor gastronómica.