-¿La pasión por la navegación se lleva en la sangre?

-En mi caso puedo decir que desde que tengo uso de razón soy adicto al mar. Y de forma obsesiva. De chaval nunca tuve la más mínima duda sobre mi futuro: iba a ser marino. Y por supuesto iba a vivir grandes aventuras, o por lo menos así me lo habían hecho creer Emilio Salgari, Julio Verne y otros manipuladores de mentes juveniles.

-¿Pero por qué una adicción, y además obsesiva?

-Siempre he tenido el sentimiento de que cada día que paso alejado del mar es un día perdido. Puedo estar admirando un maravilloso paisaje de montaña y admitir su belleza, pero al mismo tiempo esto me produce una especie de agorafobia, un bajón en el estado de ánimo. Entiendo que esto, al pertenecer al mundo de los sentimientos, es de difícil explicación. Por otra parte, mis mejores momentos de bienestar se dan cuando todo mi horizonte es mar. Esta misma sensación la tengo cuando estoy buceando. Mar por los lados, por arriba y por debajo, es decir: inmerso de mar.