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Sabor familiar en las fiestas de San Amaro de Meaño

Se sirvieron dos ollas de callos, cocinados a fuego lento durante cinco horas, entre todos los asistentes a la cena

Sabor familiar en las fiestas de San Amaro de Meaño

El público desafió la persistente "poalla" bajo una pequeña carpa cerrada a pie de la ermita para degustar los espectaculares callos de San Amaro. En total dos ollas con capacidad para 72 litros, que dieron para que el centenar de personas congregadas pudieran repetir hasta la saciedad. Los vecinos loaron el potaje, cocinado a remanso durante cinco horas por la mañana en los fogones del restaurante meañés Casa Rodiño que, como cada año, interrumpe sus vacaciones para atender el singular encargo.

"Esta es la fiesta más entrañable de Meaño y la más económica de todas", reconocía Rosario Muñiz, una de las organizadoras de esta edición, mientras dispensaba generosas raciones. "Una localidad como Meaño -explica-, con unas 130 casas, no puede recaudar 8.000 euros de aportaciones vecinales, el que es el mínimo hoy para una verbena de dos orquestas. En cambio, aquí sí sabemos lo que es rentabilizar el dinero: con apenas 1.500 euros, logramos organizar dos días de fiesta, para unos vecinos que se han portado muy bien". "Ese dinero -continúa- se nos va en un grupo de gaitas para los dos días, unos pocos fuegos, y esta degustación de callos. Y en la noche, a falta de una orquesta, es un dúo musical el que ameniza esta pequeña verbena, con los músicos sobre una pequeña tarima de madera, no más, pero nos divertimos como en pocas fiestas".

Una verbena familiar, con vecinos todos conocidos, y donde el baile, el humor y el canto comparten protagonismo con lo gastronómico. Un apartado el de la canción que contó además en esta ocasión con la presencia de Antonio Miniño, cantante local de Dena, conocido por sus buenas interpretaciones de la copla y las canciones de Manolo Escobar.

Por la mañana la jornada abría con una misa a las 12 del mediodía, cuya procesión frustró esta vez la lluvia. En el interior de la pequeña ermita, la novedad fue la colocación de una placa, copia de la primera página del libro de defunciones parroquial que data de 1654, y en cuyo margen se atestigua el hecho histórico de la construcción de esta capilla de San Amaro, mandada erigir por el licenciado Clemente da Bouzada que falleciera en aquel mismo año.

Tras la misa se repitió una segunda tanda de poxas, en la que se subastaron más productos del campo, entre ellas cajas de cebollas nuevas, lotes de vino albariño y un gallo de corral, ésta última, la pieza más codiciada, vendida en 40 euros. La verbena arrancaba al atardecer para, a las 21 horas, hacer el alto en la música que daba entrada de los preciados callos, que acto seguido se servían acompañados de vino tinto país y refrescos. Tras ellos volvía la música a la par que se distribuía, a modo de postre, 15 kilos de roscón en raciones, seguido de dos grandes queimadas elaboradas in situ para animar el resto de noche. Todo un menú dispensado de forma gratuita por una organización que trabajaba de lleno a lo largo de la noche. El cura José Manuel Taibo, presente como cada año en verbena, reconocía que "el protagonismo de esta fiesta, no es de un grupo de vecinos, sino del propio pueblo porque todo él se involucra absolutamente".

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