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El tesoro del agua

La vegetación, la roca y el río se funden para formar una obra maestra de la naturaleza. Son los torrentes de Mácara, en Palas de Rei, donde corre un Ulla joven y cantarín que dibuja paisajes de excepcional belleza

Los Torrentes de Mácara están considerados una de las diez maravillas de Galicia. // Camino francés.org

La duodécima etapa del "Codex Calixtinus" finalizaba en el concello lucense de Palas de Rei, cuya historia está ligada al Camino jacobeo. El ser hito del peregrino no hace sino aumentar los numerosos visitantes que anualmente acuden a conocer un territorio de portentoso románico y deslumbrante naturaleza, cantada por trovadores y poetas. Pródigo en lugares mágicos, uno que no se olvida es el de Mácara, en la parroquia de Ramil, donde corre un Ulla joven que va saltando la roca y deja como regalo rápidos, pozas y cascadas en un espectacular paisaje.

El conjunto de Torrentes de Mácara está considerado una de las diez maravillas gallegas. La ruta para conocer este paraje excepcional puede hacerse partiendo del castillo de Pambre en dirección al pueblo de Ramil. Los carteles indican cómo llegar sin dificultad. Un bosque pincelado con vegetación autóctona discurre paralelo al Ulla. Robles, fresnos, helechos y alisos van jalonando la ribera. Además aquí tienen su hogar truchas, nutrias, martas, gavilanes y petirrojos, entre otros muchos seres que pueblan este territorio fluvial. El río resuena constante y musgos, raíces y rocas forman dibujos de singular belleza.

En este lugar lleno de naturaleza auténtica es posible descansar y bañarse en los remansos y pozas que va formando el río, además de ser lugar idóneo para los amantes de deportes como el kayak extremo, con competiciones periódicas de gran nivel.

La explosión de riqueza medioambiental es continua. El sendero sube y baja atravesando rocas, raíces y pletórica vegetación. Las aguas sortean meandros y se precipitan formando sorprendentes cascadas. Mácara es lugar situado a escasos metros de la unión de los ríos Pambre y Ulla y en donde confluye el municipio palense con los de Antas de Ulla y A Golada.

Hacer el recorrido supone visitar también el viejo balneario de Frádegas, cuyas aguas sulfurosas tienen un reconocido prestigio. Aunque ya en ruinas, aparece en la espesura del bosque y su tamaño habla de su pasado esplendor. El conjunto, representativo de la arquitectura típica de la zona, estaba compuesto por un edificio de dos plantas con un patio interior, una capilla y otras construcciones auxiliares. En la planta baja se sitúa la fuente y las salas de baños, mientras que el piso superior se reservaba para los huéspedes. Julio García Fernández, propietario del establecimiento, consiguió proyectar su fama mucho más allá de Galicia; tanto, que en 1900 participó con sus aguas en la Exposición Universal de París, además de conseguir una medalla de plata en la Exposición Regional de Lugo de 1896. Sus aguas están indicadas para dolencias digestivas, hígado, reuma y piel. El caudal del naciente es de 40 litros por minuto y su temperatura es de 18º C.

Cerca del balneario se encuentra un amplio molino, propiedad de la familia de Julio García, ubicado también en un hermoso espacio.

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