Aunque no solemos reparar en ello, convivimos en nuestro día a día con una de las enfermedades más extendidas entre la población mundial, y lo hacemos de forma tan natural, que expresiones como "me ha salido alta la baja" han pasado ya a ser habituales. Hablamos de la hipertensión arterial, una enfermedad con la que conviven más del 20% de los adultos mayores de 40 años.

Ciertamente, no nos resulta extraño hablar de "la tensión alta", pero ¿sabemos realmente a lo que nos estamos refiriendo? La hipertensión arterial es la elevación continuada de la presión arterial por encima de unos valores establecidos como estándar por la comunidad médica. Estos valores normales se han fijado en 120- 129 mm Hg para la sistólica o máxima y 80-84 mm Hg para la diastólica o mínima, lo que nos sirve de referencia para calificarla como "alta" o "baja" de forma cotidiana.

Cuando este exceso de presión sanguínea se da de forma persistente, afectando al corazón y a las arterias del cuerpo, estas empiezan a sufrir daños debido al estrés producido por ese exceso crónico de presión con el resultado de la aparición de enfermedades cardiacas, renales o problemas serios en las arterias (circulación) del cerebro.

La mayoría de las personas hipertensas lo son por alguno o por la confluencia de varios factores, aunque existen pacientes que desarrollan esta enfermedad a consecuencia de otros motivos como los trastornos renales o relacionados con la ingesta de ciertos medicamentos.

A la falta de causas específicas se ha de sumar otro elemento que en muchos casos hace que la presión arterial elevada pase desapercibida: la ausencia de sintomatología. Por este motivo, pese a las graves consecuencias que esta patología puede tener para la salud, la hipertensión arterial queda en muchas ocasiones relegada a un segundo plano cuando se trata de tomar precauciones, ya que el principal problema a la hora de enfrentarse a esta afección es la falta de síntomas concretos en la mayoría de los casos.

De esta manera, esta enfermedad se convierte en un autentico "mal silencioso", cuyas consecuencias se manifiestan en muchos casos sólo tras haber convivido durante un largo tiempo con la hipertensión arterial sin diagnosticar, momento en el que puede suponer un grave riesgo para su salud.