| El Papa Francisco visitó ayer la cárcel de San Vittore en su viaje a Milán, donde están recluidas unas 900 personas, y tras recorrer los diferentes pabellones y saludar a los presos almorzó con un centenar de ellos y a su lado estuvieron varias mujeres latinoamericanas. La autoridades de la cárcel milanesa pensaron que el Papa se sentiría más a gusto si durante el almuerzo podía intercambiar alguna palabra en su idioma. Por ello, como adelantó el diario "Avvenire", en la mesa del pontífice hicieron que se sentaran también la ecuatoriana Dalia, la argentina Mónica y la chilena Gemma. En el resto del improvisado comedor -habilitado en uno de los corredores de la prisión- hubo una representación de las diferentes componentes nacionales y religiosas de los reclusos en esta cárcel judicial, donde encuentran en espera de la sentencia definitiva. Francisco visitó el primer pabellón donde se encuentran las mujeres detenidas con sus hijos pequeños y allí saludó a las reclusas y se detuvo con los voluntarios que trabajan en las cárceles. "Me siento como en casa", dijo Francisco a los reclusos. Una representante de las personas encarceladas pidió al Papa argentino que rezara por ellos para que "se les pueda perdonar sus errores" y "la gente no les mire con desprecio".