Encarnan al populismo del siglo XXI a uno y otro lado del Atlántico. El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, presidente del gigante Mediaset y del Milan Club de Fútbol, y el candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, propietario de la Trump Corporation que despliega su poder en la "Trump Tower" de Manhattan, no son amigos pero encadenan vidas casi paralelas y no precisamente en asuntos políticos.

Las semejanzas son evidentes en el terreno personal. Los dos provienen de familias de clase media y amasaron ingentes fortunas, en el sector inmobiliario el neoyorkino y en el de los medios de comunicación el milanés. Arrastran con disimulada satisfacción una merecida fama de seductores impenitentes, y reverencian al poder casi más que al dinero, del que no pierden oportunidad de presumir.

Se han casado varias veces y están bastante obsesionados por su apariencia física. Berlusconi se ha hecho innumerables trasplantes de pelo y a Trump no hay día en el que no le gasten bromas en las televisiones americanas a costa de ese tupé rubio pajizo, que por cierto lució un tanto descolorido en el debate del pasado lunes con su oponente, la demócrata Hillary Rodham Clinton.

Les gusta seducir a las masas. Berlusconi lo hizo cuando su partido, Forza Italia, arrasó en las elecciones. En eso aventaja a Trump, que con el lema de campaña "Make America Great Again" -por cierto, de significado similar a ese Forza Italia de Silvio- pretende ascender al trono de la Casa Blanca el próximo mes de noviembre.

Los paralelismos son tantos que por la red circula la página llamada trumpusconi.com, donde publica todo lo relacionado con lo que ya se ha dado en llamar síndrome Trump-Berlusconi.

A favor de Trump podemos decir que es algo más discreto que Berlusconi, famoso por aquel fiestas "bunga bunga" con prostitutas en la famosa Villa Certosa de Porto Rotondo (Cerdeña), hoy propiedad de un príncipe árabe que la compró por 500 millones de euros. A Trump le van más los concursos de misses. El suyo, Miss Universo, se le ha colado ahora en la campaña a través del enfrentamiento que tuvo hace veinte años con la reina de la belleza venezolana Alicia Machado, a la que llamó "pasada de kilos", de forma poco galante. Desde que el pasado lunes Hillary Clinton sacó a relucir la historia de humillaciones de Trump hacia la modelo, a la que llamaba "Miss Piggy" y "Miss señora de la limpieza", el empresario no deja demitir descalificaciones hacia la latina, hoy nacionalizada estadounidense y activista de la campaña demócrata.

Así que a caballero le gana Silvio, al menos en lo nominal. En Italia se le conoce como "Il Cavaliere", por tener la Ordine al Merito del Lavoro (Orden del Mérito al Trabajo), que conlleva el tratamiento de caballero, entre 1977 y 2014, año en el que tuvo que renunciar antes de que la Federación Nacional de los Caballeros del Trabajo le desposeyerá de la distinción. Tanto Silvio como Donald saben bien lo que es pisar los tribunales. En 2013, la Corte Suprema de Casación condenó a Berlusconi a 4 años de prisión por fraude fiscal. Las empresas de Trump han afrontado más de mil juicios en un año.

Aunque seguro que ningún trago judicial fue tan amargo como el de los divorcios de las respectivas esposas, Elvira Dall'Oglio e Ivana Trump, que dejaron las cuentas corrientes de estos dos "próceres" algo más ligeras.

Y si hay otra especialidad que dominan es la de manipular a los medios de comunicación a favor de sus intereses. Berlusconi es el mayor propietario privado de televisión de Italia, Trump es la estrella de "El aprendiz", un show creado a su imagen y semejanza. Por cierto, Berlusconi se desmarca de las comparaiones y dice que prefiere a Hillary.