La investigación, en la que han participado, entre otros, la Universidad de Georgia y el Instituto Karolinska de Estocolmo, advierte de que los efectos de la toxicidad de estas sustancias pueden extenderse a todos los seres vivos.

El hueso de los animales es "un registro idóneo para dilucidar" las consecuencias que a largo plazo genera este metal pesado en las poblaciones, ha asegurado uno de los responsables de los trabajos, Pedro Álvarez Lloret, quien ha explicado que en los huesos se acumula buena parte del plomo absorbido por el organismo.

El investigador del departamento de Minerología y Petrología de la UGR ha analizado, además del plomo, el policlorobifenilo (PCB) y el TCDD, dos contaminantes organoclorados que se emplean en procesos industriales de fabricación de plásticos y plaguicidas.

Tras experimentar con aves silvestres de Georgia (EEUU), Lloret ha descubierto que el PCB provoca una mayor madurez ósea en las aves afectadas, o lo que es lo mismo, hace que sus huesos se vuelvan más cristalinos y que se fracturen antes.

Los resultados de esta investigación, en la que también ha participado la Estación Biológica de Doñana, han aparecido en la prestigiosa revista "Environmental Science and Technology", y serán publicados próximamente en "Environmental Pollution y "Toxicology Letters".