El profesor Víctor Gallardo, quien impulsa esta investigación junto con otros tres biólogos de la Universidad de Concepción, ciudad situada a 515 kilómetros al sur de Santiago, explicó a Efe que el análisis del genoma de megabacterias y macrobacterias presentes en aguas chilenas "puede ser un cofre lleno de sorpresas".

Los científicos, con el apoyo de la Comisión Nacional de Investigación en Ciencia y Tecnología de Chile, exploran las potenciales aplicaciones de estas bacterias gigantes que habitan en zonas con muy poco oxígeno y con sedimentos fangosos cargados de materia orgánica entre 20 y 200 metros de profundidad.

Este equipo de investigadores descubrió en 1962 frente a las costas del norte de Chile unas megabacterias multicelulares que pueden alcanzar hasta siete centímetros de longitud, se alimentan de ácido sulfhídrico (sulfuro de hidrógeno en el agua) y "respiran" nitrato en lugar de oxígeno.

Según explica Gallardo, estas megabacterias ascienden a la superficie para llenar las bolsas que tienen en sus células con nitrato, que después transforman en amonio, una sustancia con caros costes de producción que sin embargo esos organismos generan de forma natural, a poca profundidad y a una temperatura del mar templada.

Una vez han "tomado aliento", las megabacterias se sumergen después para alimentarse de ácido sulfhídrico, un gas tóxico para quienes consumen oxígeno, por lo que podrían emplearse para purificar el ambiente en plantas de celulosa, bodegas de barcos pesqueros o granjas de animales.

También se alimentan de ácido sulfhídrico las macrobacterias, descubiertas en EL 2004 en grandes comunidades en el sur de Chile por el equipo dirigido por Gallardo, quien explica que estos seres pueden alcanzar los tres centímetros de longitud y es posible que respiren metales, como el hierro y el manganeso.

Estas comunidades, que también se han hallado en costas de Panamá, Ecuador y Costa Rica, contienen una variedad de macrobacterias mayor que las especies identificadas de megabacterias, y su análisis puede desvelar incógnitas para la ciencia, como el proceso por el cual estos organismos funcionan de forma coordinada.

Según cálculos de los investigadores, las macrobacterias existen desde hace 3.500 millones de años, cuando en la Tierra aún no había oxígeno, mientras que las megabacterias se conformaron hace unos 1.000 millones de años, época en la que ya había oxígeno, requisito necesario para que pueda haber nitrato.

Los investigadores cuentan con la colaboración del Instituto J.

Craig Venter (Maryland, EEUU), que realizará por primera vez en el mundo un análisis para decodificar los genomas de una selección de estas bacterias, y del Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole (Massachussetts), que estudiará la biodiversidad de esa comunidad.

Gallardo espera ahora recibir más apoyos económicos que permitan continuar con este proyecto, ya que a su juicio la información acumulada en los genomas de esos organismos puede dar importantes pistas para encontrar la solución a algunos de los problemas de la humanidad.