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El capital y las cloacas

La biografía novelada de Juan March, escrita por el gallego Manuel Domínguez Benavides

El último pirata del Mediterráneo | MANUEL D. BENAVIDES | Espuela de Plata, 444 páginas

Manuel D. Benavides (Ponteareas, 1895 - México, 1947), como José Díaz Fernández o César Arconada, forma parte de esa generación paralela a la del 27 que tuvo una profunda preocupación social en su escritura y se vio abocada a la muerte en el exilio tras la Guerra Civil. Periodista y autor de varias obras comprometidas con su tiempo -entre ellas La revolución fue así (Octubre rojo y negro)- es sobre todo conocido por la biografía novelada de Juan March que tituló El último pirata del Mediterráneo, un libro ampliamente citado y no muy leído debido a su escasa circulación. Escrito con el estilo directo propio de los cronistas que inauguraron una nueva manera de contar durante la segunda mitad de los años veinte y principios de los años treinta - Manuel Chaves Nogales entre ellos- y que hizo fortuna en semanarios como "Estampa" o diarios como "Ahora", el libro de Benavides es un alegato militante -era socialista- y cargado de ironía, pero no por ello menos certero.

La prueba de que con su denuncia dio en el blanco es que el libro, pese a su éxito y las reiteradas reediciones, se difundió muy poco, al parecer porque la familia March se encargaba de comprarlo para hacerlo desaparecer. La edición que saca Espuela de Plata trae tres novedades importantes: la primera es que se trata de la versión final de la obra, dada a la imprenta por el autor en Barcelona en 1937; la segunda que los personajes aparecen aquí con su auténtico nombre -en la edición de 1934 el autor, para evitar problemas, los escondía bajo nombres en clave-; y la tercera que incorpora un prólogo y una autobiografía escritos en París en 1935 que son reveladores respecto a cómo veía el autor su obra y también cómo se veía a sí mismo.

Poco empático

El retrato de Juan March Ordinas, el hijo de un tratante de gorrinos mallorquín que llegó a ser dueño y señor de los destinos de España, es poco empático desde el principio. Una descripción de lo más lombrosiana aparece en las primeras páginas: "la cabeza pequeña y con una asimetría de la bóveda craneana que quizás influye en su naturaleza inhospitalaria a las pasiones. Asimétricos también los ojos; los pabellones auditivos, por el escaso desarrollo del cráneo, muy altos, lo mismo que las orejas de los monos. La frente huidiza, y desmesurada la apófisis mastoidea característica de los ladrones", además, por supuesto, de "su mentón retraído signo de degeneración frecuente con los impulsivos sexuales". Sin embargo, quizá sea precisamente ese rechazo de un personaje tan poderoso lo que hace del libro de Benavides una memorable novela real y una buena descripción de la política española de los años veinte y treinta -quizá de la política de cualquier tiempo-. Juan March, traficante sin escrúpulos, presuntamente implicado en el asesinato del hijo de su socio Garau -muchacho competidor en los negocios y en el amor-, compinche de las corruptelas de Alejandro Lerroux, monopolista de las concesiones de tabaco con Primo de Rivera, preso durante la Segunda República y paganini del "Dragon Rapide" que nos trajo a Franco, fue además empresario, terrateniente y banquero capaz de legar una fundación con buenos propósitos. Benavides, que le reconoce a lo largo del libro audacia y astucia, no le creía capaz de tal cosa: "Cuando March se muera, unas fundas descoloridas de los paquetes de tabaco consumidos por los soldados españoles en Marruecos, será lo único que le recuerde". En esto, el buen periodista se equivocaba.

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