Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ENTREVISTA: Heriberto Quesada

"Durante la Transición perdí mucho tiempo en cuartelillos y juzgados"

El periodista, fue director o fundador de periodicos y revistas como "Cambio 16", "Interviú" o "Ciudadano"

Heriberto Quesada, en el centro, en 2011

>> Nacido en el Ourense de 1935, su vida se encaminó por los derroteros del periodismo, que comenzó en La Región para establecerse luego en Madrid. Fundador con Alfonso Palomares de las agencias de reportajes Radial Press y Delfos y de las revistas Ciudadano, Posible y Leer, director de Cambio 16 e Interviú.. . fue desde la prensa un testigo excepcional y activo e importante agente de la Transición. Procede de una familia de la clase media ourensana, de abuelos médicos, madre pianista y padre funcionario de Hacienda. Eran nada menos que siete hermanos, casi todos con instinto artístico aunque la más pequeña murió a los pocos meses de nacer. El padre falleció, dice él, " de una vulgar pulmonía en plena guerra civil", llevándose consigo la llave de la despensa. Es fácil adivinar las apreturas económicas de la familia. Menos mal que en su ayuda llegó un aliado de enorme poder... alimenticio: el jurel o chicharro. El precio de un kilo era increíblemente bajo. Las pescantinas ni siquiera se molestaban en pesarlo. Vendían el jurel por "presas" y la grasa que soltaban durante la fritura servia para cocinar el plato siguiente.

>> A pesar de las enormes dificultades económicas -cuenta él- , el coraje de mi madre, Teresa Porto, salvó todas las adversidades y la familia salió adelante. Claro que gracias también a otros complementos alimentarios. En verano las hordas de los Quesada arrasábamos las cepas de todos los viñedos de los alrededores, las manzanas, peras, cerezas, ciruelas y otras chupitainas desaparecían por arte de birlibirloque ante la presencia de aquella banda de chorizos. En invierno el proveedor de proteínas era el mayor, Carlos, experto cazador de todo lo que se movía: palomas, rulas, perdices, ranas, anguilas, truchas, etc. Como, afortunadamente, en aquellos tiempos no había televisión, las veladas tenían como escenario la enorme mesa camilla del comedor. Sentados a su alrededor, cinco hermanos se entretenían pintando, mientras yo animaba el cotarro tocando el piano de oído. Nunca quise aprender música, a pesar de lo cual en años venideros gané bien la vida tocando el piano en "pubs" ingleses, en un hotel de Bélgica o en un buque escuela de la armada sueca".

A la derecha, rodando un reportaje en una mina de carbón

>> Las primeras letras... periodísticas. Como a Heriberto se le daba bastante bien la escritura empezó a mandar artículos y comentarios al diario La Región. Parece ser que gustaron porque al cabo de unas semanas, el director, Ricardo Outeiriño, le ofreció un puesto de redactor. Allí hizo de todo: cronista del obispado, sucesos más o menos sanguinolentos, acompañante perpetuo del Gobernador Civil, José Luis Albert, en las inauguraciones de fuentes, escuelas, electrificaciones,. "Incluso -dice él riendo- cuando aquel bárbaro de Cirilo Cánovas, ministro de Agricultura ,'inauguró' la desecación de la Laguna de Antela, el mayor humedal de España. Por cierto que en aquella ocasión viví una experiencia única. En la comilona con que nos obsequiaron se sentó a mi lado el alcalde pedáneo. El primer plato consistió en una magnifica centolla. Y el buen alcalde, que quería presumir de finolis, atacó el bicho con cuchillo y tenedor. Las patas saltaban, la carne salpicaba a los comensales de alrededor, el hombre no dejaba de mascullar, y no precisamente jaculatorias, hasta que en cierto momento empezaron a escurrirle por la frente verdaderos chorros de sudor. En ese instante se dio por vencido, sin haber probado ni una pizca de centollo."

>> "Continué trabajando en La Región hasta el comienzo de la guerra de Ifni, cuando fui movilizado y destinado al campamento de San Gregorio, en Zaragoza. Dos meses después se produjo un gran movimiento en el campamento. Acababan de llegar dos coroneles. Instantes después vino a todo correr hasta nuestra formación un soldado preguntando por un tal Heriberto Quesada, que los coroneles querían verle. Eran mis tíos. Pepe, que luego sería Gobernador Militar de Ourense y Vigo, me soltó una buena bronca por no haberles avisado de que iba a hacer la mili. Yo, gran amante de Unamuno y de sus reflexiones sobre ética, no había querido avisarles de mi inminente movilización. Pero no había pensado que a mi madre le importaba un carajo Unamuno y su ética y que a la primera ocasión iba a informar a Pepe y a Emilio Muinelo Quesada de la situación de su hijo. Y ahí se acabo la mili para mí. Al terminar el periodo de instrucción fui destinado a la Escuela Superior del Ejército, en el Paseo de la Castellana, Madrid, donde me convertí en secretario del general Torrente, experto en guerra nuclear. Mi "incómodo" trabajo consistía en llevar a bordo de un jeep conducido por un soldado unos cuantos folios y una maquina de escribir -que nunca llegué a utilizar- , una mesa portátil de aluminio, dos garrafas de vino, blanco y tinto y dos cestillos, uno con bocadillos de jamón y otro con bocadillos de queso; después emprendíamos camino hacia cualquier monte, se desplegaba la mesa, los coroneles. que hacían el curso para ascenso a generales, extendían sus mapas y empezaban a jugar a la guerra. Y así transcurría la jornada hasta las dos de la tarde, cuando íbamos a un restaurante a ponernos morados a comer. Naturalmente, los soldaditos, a prudentísima distancia de los jefazos. Sobre las cinco de la tarde estábamos de vuelta en la Escuela. Yo metía en una bolsa los bocadillos sobrantes y en unas botellas el resto de vino y me encaminaba hacia la calle de la Escalinata, a un tiro de piedra del Palacio de la Ópera, donde me esperaban hambrientos mi hermano Jaime, próximo a graduarse en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Nicolás Sartorius, apodado Nico el Rojo, que acababa de ingresar conmigo en la Escuela de Periodismo, el estudiante de escultura orensano Manolo Buciños y otros tres estudiantes que pasaban mas hambre que el perro de un señorito".

Una de las comidas semanales de la dirección de "Interviu" con políticos

>> "París era un imán para nosotros. En consecuencia decidimos darnos un vuelta por allí arriba Jaime, un vallisoletano pelirrojo llamado Floro Hernando, un compañero de mili oriundo de Carballiño, Manolo Bravo, y yo. Vivimos bastante bien mientras nos duró el dinero. En una ocasión fuimos a ver la Torre Eiffel, y estando ya muy cerca, vimos sobresalir de los edificios de la Escuela Militar la parte más alta de la torre. Al ver la enorme estructura, Floro, embobado, exclamo: "¡ Hostias, que grúa!". Juro que es cierto. Estábamos sin un duro. Pero como uno cree en su buena estrella, héte aquí que paseando por el bulevar Saint Germain yo discutía con Jaime y en un momento determinado le grite: " ¡Vai ao carallo!" y, al instante, un hombre que caminaba a unos cinco metros delante de nosotros se dio la vuelta, al tiempo que decía: "Carallo, xente da terra". Nuestra sorpresa no es para ser descrita. El individuo en cuestión era nuestro primo, Ramón Blanco Carril, compañero de todo el bachillerato, reputado lingüista, que más tarde sería de ayuda impagable para la policía para el reconocimiento por la voz y la dicción de los secuestradores que hablaban telefónicamente para convenir los rescates. Sobrevivimos con ingenio, incluso vendiendo revistas para ayuda de polimielíticos (que no existían) enfundados en una armadura medieval y huyendo de la policía cuando aparecía. Las aceras de París eran el pan de cada día para un grupo de seudopintores que, armados con unas tizas de olores, hacían dibujos en aceras resguardadas de la lluvia o de las pisadas de los peatones. Tan mala era la calidad de las pinturas que Jaime se dijo que si él se ponía manos a la obra se forraba. Y así fue. En una papelería compramos el material necesario y decidimos probar fortuna en la rue Rivoli. Jaime se puso manos a la obra y en media hora acabó un cuadro precioso. Luego llegó el turno para los demás. La gente daba dinero si veía al artista trabajando y por ello era necesario pintar, borrar y repintar en el punto menos importante del dibujo, al que habíamos denominado "arco iris". En tres o cuatro horas habíamos logrado una importante cantidad de francos".

>> "Ya en España, me dediqué el semestre siguiente a terminar el tercer año de carrera. Al fin de la misma volvió el gusanillo del viaje y sin pensarlo dos veces volvimos al norte de Europa, no sin antes haber hablado con Pío Cabanillas para que organizase un par de exposiciones en Copenhague y Estocolmo... Intentamos llegar a Laponia a bordo de nuestro "Pato", pero a partir de Narvik el camino se convirtió en un infierno gracias al barro, la nieve y la escasez de gasolineras. De modo que nos vimos obligados a dar la vuelta. De regreso a casa fuimos a visitar en Bruselas a un viejo amigo, Michel Pasquier, director general de información del Mercado Común Europeo, el cual nos reiteró por enésima vez que España no entraría en Europa mientras fuese una dictadura. También me dio una carta que le había remitido a mi nombre Alfonso Palomares, en la que me pedía que volviese urgentemente a Madrid porque tenía una idea periodística muy interesante. La idea de Alfonso era poner en marcha una agencia de prensa especializada en reportajes. Las que había en España estaban completamente obsoletas. La necesidad de financiación del proyecto periodístico me hizo visitar a "Caíto", presidente de la Caja de Ahorros de Ourense. Le expuse nuestros planes y le pedí un crédito. Me contestó afirmativamente en el acto. Con las cincuenta mil pesetas mías, más otras tantas de Alfonso, alquilamos un piso en Madrid que hacía las veces de vivienda y redacción. Radial Press -así se llamaba y se sigue llamando la agencia- nos fue muy bien. Hasta el punto que ampliamos capital y aceptamos cuatro nuevos socios: Nicolás Sartorius, César Alonso de los Ríos y los hermanos Montes. Al cabo de un par de años la sociedad se rompió y Alfonso y yo montamos otra agencia a la que denominamos Delfos. Esta nueva aventura también nos fue muy bien.

En el programa de TVE dedicado a las letras con Eduardo Sotillos y Vicente Verdú

>> "Un gran amigo de Ourense, Miguel Muñiz, me ofreció ser director de una revista progresista que se llamaría "Cambio 16" y estaba presidida por otro ourensano: Luis González Seara. Desde el primer número el éxito de "Cambio 16" fue apoteósico. El valor de las acciones se disparó, pero al ser muy críticos con el gobierno no nos concedieron el permiso para ser una revista de información general, de modo que continuamos siendo una revista de Economía y Sociedad. Y pasarían varios años hasta lograrlo. A finales de 1973 se me metió en la cabeza hacer una revista en defensa del desvalido consumidor, pero como los accionistas no tenían fe en el invento me negaron los fondos. Entonces le hice la propuesta a Alfonso Palomares, que quedó encantado... y nos pusimos manos a la obra de editar "Ciudadano". En dos años la revista para la defensa del consumidor se convirtió en la de mayor tirada de España, después de "Hola". Pero como éramos unos culos inquietos, a Alfonso se le ocurrió la idea de crear una revista claramente de izquierda moderada. Los primeros meses de existencia de "Posible" no tuvimos problemas, pero con el paso del tiempo sufrimos un continuo boicot publicitario. Aún así mantuvimos el tipo, hasta que el gobierno sacó su artillería pesada: empezaron a secuestrar sistemáticamente la revista. Y nos arruinaron. Así desaparecieron "Posible" y "Delfos". La cabecera de "Ciudadano" tuvimos que venderla. Y vuelta a empezar. Otro ourensano, Eduardo Álvarez Puga, era director de "Interviu" y necesitaba un director para Madrid, puesto que había demasiados locoides en la casa. Acepté y tuve un tiempo de relativa tranquilidad, solamente interrumpida por mi continua comparecencia en cuartelillos y juzgados. Y así llegamos a la frustrada intentona de golpe de Estado de Tejero. A los pocos días tuvimos noticia de que un grupo de ultraderechistas había repartido unos panfletos con un listado de nombres de "gente sospechosa" a la que "era conveniente anular". El tal panfleto fue incorporado en un libro escrito por uno de los oficiales UMD (Unión Militar Democrática). Muy poco tiempo después se puso en pública subasta la cabecera de "Ciudadano". La compramos Alfonso y yo y volvimos a editarlo. Algunos años después, siempre dispuestos a dar guerra editamos la revista "Leer", que al día de hoy sigue gozando de buena salud, pero esta vez dirigida por Aurelio Loureiro. Yo había vendido la cabecera a José Luis Gutiérrez "Guti" cuando estaba a punto de jubilarme y un par de años después de que Alfonso Palomares fuera nombrado presidente de la Agencia Efe. Esa desaparición conllevó el cierre de "Turismo y Aventura", otra revista que yo había fundado en solitario. ¡ Y luego hablan de emprendedores!

"En Suecia nos tiraron piedras a jaime y a mí"

Compartir el artículo

stats