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Dos vigueses escalan "la gran pared" en Yosemite

Los montañeros Carlos Garrido y Luisa Méndez llegan a la cumbre de El Capitán, una roca de granito legendaria de mil metros de altura

Carlos Garrido y Luisa Méndez en la formación granítica de mil metros.

Considerada un desafío mundial para los escaladores profesionales, que la llaman "The Big Wall" (la gran pared), la montaña granítica El Capitán, en el Parque Nacional de Yosemite en California, ha sido encumbrada por dos vigueses. Carlos Garrido, montañero del club Peña Trevinca, y Luisa Méndez, del club de escalada Alud, emplearon tres días y tres noches para trepar hasta la cima, a mil metros de altura, ascendiendo por su resbaladiza pared y durmiendo en ínfimas repisas.

Residentes en Huesca, él, y en Navarra, ella, ambos están acostumbrados a realizar ascensiones en Los Pirineos. La idea de viajar a Yosemite, surgió a iniciativa de un grupo de escaladores locales que se reúnen en Faro Budiño. De este modo, Carlos y Luisa se unieron a un grupo en el que iban otros montañeros de Pontevedra, Ferrol y Coruña. "Nuestro objetivo era ir con ellos a disfrutar de la escalada en el valle, pero Luisa y yo, que disponíamos de menos tiempo, nos metimos de lleno en la idea subir El Capitán los dos solos", explica Carlos Garrido, bombero en Calatayud.

Era septiembre, temporada alta en la meca de la escalada, muy frecuentada por aficionados que iniciaban continuamente su ascensión. Por ello la pareja debió de esperar dos días hasta empezar su escalada, para asegurarse de que hubiera una distancia prudencial entre cordadas.

"Ya habíamos entrenado en casa, pero al llegar allí nos encontramos con algo diferente: el tamaño de las paredes no es el que estábamos acostumbrados a ver (son mil metros) y el tipo de roca, aunque sea de granito, es distinta a la que conocemos, al ser más lisa la escalada resulta más compleja y requiere un rodaje previo que hicimos allí los días anteriores".

Con una estimación de llegar a la cima en tres días y tres noches, los escaladores vigueses prepararon una mochila con treinta litros de agua (cuatro por persona al día), comida, sacos de dormir, hornillo, ropa de abrigo y material impermeable. Completaba la carga material de escalada, una cuerda para escalar y otra para deslizar el petate, y muchos elementos de protección.

Decidieron atajar "la gran roca" por su cara más emblemática, The Nose (La Nariz), aunque no la más sencilla. "No llevamos hamacas de pared, preferimos jugárnosla a descansar en repisas pequeñas, compartidas o a descansar medio colgados", explica Carlos Garrido.

Con una temperatura de 33 grados, los dos rimeros días fueron un infierno por el calor del sol y el peso del petate, lo que les supuso un trabajo y un gasto energético extra. "Llegamos a pasar sed porque no queríamos acabar el agua, aunque al final nos sobró". La bajada de temperatura y el hecho de poder escalar por zonas de sombra les ayudó durante el resto de la expedición, pese a que los lugares que encontraron para pasar la noche fueron peores que al principio.

Llegada a la cumbre y satisfacción por el objetivo cumplido. "Es una experiencia muy gratificante, algo único". Tras el descenso, de solo dos horas y media, regreso a casa y un deseo: volver a Yosemite a repetir experiencia o buscar nuevas rocas.

"¿El peligro? Uno mismo, cometer errores por estar cansado, despistarse o no asegurarse bien".

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