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La emancipación, un paso decisivo

El sueño de Aspanaex

El piso tutelado de Aspanaex para jóvenes mayores de edad con discapacidad cognitiva cumple 10 años. La entidad ha lanzado una campaña para recabar tres millones de euros para una residencia. Acogería a estas personas cuando deseen independizarse de su familia o fallezcan sus padres o tutores. La ayuda se puede prestar a través de su web haciéndose socio o con una donación. En este reportaje, hablamos con los cinco chicos del piso tutelado de Aspanaex en Vigo para entender la importancia de este servicio.

Iván organiza la asignación de tareas con pictogramas

Hace mucho tiempo que Fran superó la mayoría de edad, pero la ilusión por la Navidad permanece inalterable, enorme. Con orgullo, muestra su grandísima lista de deseos para Papá Noel. Entre las peticiones, un libro de Songoku -personaje junto al resto de la saga que le encanta dibujar- y otro sobre el Titanic. Sin embargo, el regalo estrella es la camiseta del portero del Deportivo de A Coruña. "Llevo muchísimo tiempo pidiéndola", explica. Fran es uno de los cinco jóvenes con discapacidad cognitiva que convive en el único piso tutelado de Aspanaex, Asociación en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual de la provincia de Pontevedra.

La vivienda, que cumple una década, se encuentra en Vigo, en las inmediaciones de la Estación de Autobuses. Fue en el año 2007, rememora Beatriz Macías, gerente de Aspanaex, cuando el Concello de Vigo les cedió el apartamento para convertirlo en piso tutelado:"En aquel momento, añade, teníamos una gran necesidad. Uno de los usuarios estaba atendido en Menores y estaba a punto de cumplir la mayoría de edad por lo que ya no podía seguir allí. No tenía familia -era huérfano- y Aspanaex no podía dejarlo solo. Por eso, el Concello nos cedió este piso que arreglamos para que la Xunta lo autorizara y acreditara".

Fran, sentado en una de las sillas del comedor de su vivienda, explica que quiere que llegue el fin de semana para ir a coger los catálogos de juguetes.

Rondan las siete de la tarde y tanto él como sus otras tres compañeras (Arancha, Inés y Begoña) y su otro compañero (Iván) acaban de llegar a su acogedora casa tras la jornada escolar en Aspanaex donde asisten a talleres, practican deportes y comen al mediodía.

La llegada de cada uno al apartamento obedece a una casuística diferente. Inés, por ejemplo, vivía con su abuela y esta, al ser mayor, quiso que la chica ganase independencia viviendo en este piso. "Me dio pena venir porque no quería dejar a mi familia", recuerda, aunque reconoce que le gusta el día a día con sus compañeros ya que todos se consideran ya una familia.

Begoña, en su caso, comenzó la independencia al fallecer su madre. "Estaba huérfana de padre y tuve que venir. Aquí, lo que más me ha gustado aprender es la convivencia. Yo era hija única", señala.

El caso de Arancha es diferente. Justo al cumplir los 30 años comunicó a su familia que se quería ir de casa al igual que el resto de sus hermanas. Asegura que sus familiares "lo recibieron bien" y que "le gusta mucho vivir en el piso de Aspanaex". Su compañera Inés cuenta que le gusta tanto que "le cuesta marchar de aquí para ir a los campamentos".

La convivencia en el piso tutelado no es un pasaje gratuito al ocio indefinido. "Aquí se les enseñan y se trabajan las habilidades en el hogar", tener la casa más o menos ordenada y limpia, prepararse la comida, organizar tareas como lavar los platos, ropa o hacer la compra, remarca la gerente de Aspanaex.

No obstante, el descanso es primordial. "En 2007, cuando empezamos, yo -recuerda la gerente de Aspanaex- estaba obsesionada con que hicieran e hicieran cosas hasta que un día me confesaron que lo que, realmente, querían era tirarse en el sofá a descansar. En Aspanaex, pasan ocho horas al día... Llegan y aquí lo que quieren es descansar, tumbarse, ver una película". "Quieren hacer lo que hacemos todos", añade Chelo, una de sus cuidadoras.

En la práctica, nada más entrar y hablar con ellos, recuerda a un piso de estudiantes. "Es, sí, como un piso de jóvenes", señala Beatriz Macías. "O un piso donde cada hijo es muy distinto", añade Chelo.

En total, estos jóvenes cuentan con tres monitoras -a las que se suma otra que cubre vacaciones y otras libranzas- que se rotan cada día de manera que en ningún momento los chicos queden solos. Aunque son autónomos, hay que supervisarlos. Por eso, no friegan el suelo porque algunos escurren con tanta fuerza la fregona que acaban tirando el cubo; y tampoco fríen en la sartén como precaución. "El profesional que está con ellos es muy importante. La monitora es su referente, su confidente; se enteran ellas antes de cositas que nosotrs", añade la gerente de Aspanaex.

La vivienda abre los 365 días del año, aunque en Navidad sus habitantes pasan varios días con sus familias o con amigos de estas o familias de Aspanaex. El verdadero dolor de la entidad es que solo haya capacidad en el piso para cinco personas, quedando un número considerable de chicas y chicos mayores de edad en lista de espera. "Hay una gran demanda. Al principio, las familias querían ver si estaban bien aquí, si eran felices. Ahora que han visto que sí pero no hay capacidad para más. Por eso, tenemos el proyecto 'Ayúdanos a construir un sueño' para captación de fondos y sacar adelante una residencia para personas con discapacidad intelectual. Daría cabida a 58 personas. De ellas, un total de 34 serían para personas con grandes necesidades de apoyo; y 24 para personas con mayor autonomía", detalla la gerente.

Para ello, buscan ampliar socios, conseguir subvenciones, ayudas de empresarios y de la comunidad en general. Cualquiera puede hacerlo a través de su web www.aspanaex.org. "Entre la sociedad, la administración y las empresas, tenemos que sacar adelante este sueño", explica Beatriz Macías.

Una convivencia a prueba de conflictos

  • Iván es el chef repostero del piso tutelado de Aspanaex. "Trabajador y metódico". Así lo define la monitora Chelo que, entre sonrisas, destaca lo bien que hace él solo un pudin, excepto el caramelo de azúcar. En la cocina, se defiende a la perfección rompiendo los huevos para cocinar un bizcocho. Su compañera de piso, Arancha le echa una mano al final, para colaborar en el reparto de tareas. Los dos son muy efusivos. Nada más entrar en el piso para visitarlos, el "hola" más jovial y sonoro procede de Iván y el abrazo más poderoso, de Arancha. Iván, también, es el encargado -en la semana de esta visita- de colocar en un cuadro en el salón la asignación de tareas a cada uno de los componentes del piso. Se realiza mediante pictogramas. A la derecha de la foto de cada uno, se sitúan los dibujos con las acciones que le corresponden a cada uno, ya que no todos saben leer y escribir. Por ejemplo, la semana pasada, Fran fue el encargado de poner la mesa y recogerla; Begoña de fregar la loza (pasándole un agua y metiéndola en el lavavajillas). Los chicos también se encargan de poner la lavadora y la secadora, aunque son las cuidadoras las que las programan. Todos saben que los lunes toca limpiar el salón, lo que especialmente le aburre a Iván. "Todos pasan por la cocina y todos van a la compra. Se hace una lista que se deja encima del microondas. Vamos apuntando lo que se necesita. Iván, que no escribe, por ejemplo, me dice: 'Chelo, apúntame los kiwis. Siempre son ellos los que toman la iniciativa", explica Chelo. Pero no todo es trabajar. Los miércoles son los días de las visitas cuando familiares y amigos pueden pasar a verlos. Cada fin de semana se dedica íntegramente al ocio, visitando exposiciones, acudiendo a encuentros... aunque durante la semana, tanto Inés como Begoña van también a clases de informática y baile en el Centro Social de Coia.

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