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José Miguel Parra: "El rostro de Nefertiti no es un retrato, sino una reconstrucción artificial"

El doctor en Historia Antigua aseguró que "los egipcios sí conocían la rueda, pero llevaron los bloques de piedra de las pirámides sobre trineos en el barro", reduciendo el rozamiento

José Miguel Parra fue presentado por Balbina Pérez Martull, profesora de Historia. // Marta G. Brea

Al revelar en el Club FARO detalles poco conocidos del Egipto faraónico, el doctor en Historia Antigua José Miguel Parra arrojó un jarro de agua fría sobre uno de los mitos más reconocibles de aquella civilización, al asegurar que "el rostro de Nefertiti es falso: no es un retrato, sino una reconstrucción artificial, simétrica, que pretendía ser una manifestación política de lo que quería el faraón". Además, volvió a insistir en que "no fueron los marcianos" los que construyeron las pirámides, aportando nuevas pruebas de que fueron seres humanos, arrastrando grandes bloques de piedra, los que ejecutaron esas enormes construcciones.

Parra, que fue presentado, como en anteriores ocasiones, por la profesora de Historia Balbina Pérez Martull, desveló aspectos del mundo de los faraones que no figuran en los libros tradicionales. Parte de ellos están recogidos en su última obra, titulada "Eso no estaba en mi libro de Historia del Antiguo Egipto", una recopilación de sus artículos en revistas especializadas, algunos reescritos o ampliados.

El investigador, que ha participado en varias excavaciones en Egipto, recordó que los egipcios prescindían de la perspectiva al dibujar. Para trazar las figuras humanas utilizaban un canon y luego una cuadrícula: "Así todo está en su sitio y las medidas son perfectas". En la XVIII dinastía, con Akhenatón, cambia el canon y las figuras son más estilizadas. El busto de Nefertiti, esposa de Akhenatón, que se conserva en el Museo de Berlín, no es un retrato fiel de la reina, sino un modelo que representa la belleza ideal de las mujeres y que fue destinado a ser copiado innumerables veces por todo Egipto.

El descubrimiento de ese secreto lo atribuyó Parra al egiptólogo alemán Rolf Krauss, ya retirado, que estudió las medidas del busto realizado en el taller del escultor Tutmosis para concluir que el rostro de la reina es perfectamente simétrico por haber sido proyectado sobre una cuadrícula.

Adiós a las especulaciones

Parte de la conferencia se centró en la época en la que se construyeron las grandes pirámides y en descubrimientos que, según el egiptólogo, acaban con cualquier elucubración extraña sobre la construcción de las mismas.

Habló del fuerte de Ras Budran, en la península del Sinaí. Se trata de una construcción a base de pequeños bloques de caliza que tiene 44 metros de diámetro y muros de 7 metros de grosor, con una altura de unos 3.50 metros. Se trata de una construcción peculiar, ya que, como remarcó el experto, "los egipcios utilizaban la piedra únicamente para construir templos y tumbas", y esta es una de las pocas excepciones a esa regla.

A unos cincuenta kilómetros de esa fortificación se encuentra el puerto de Wadi al-Jarf, de la época de Keops, en la IV dinastía. Además de anclas con inscripciones sobre las embarcaciones a las que correspondían, hace tres años se hallaron papiros administrativos escritos por los miembros de una de las expediciones que allí viajaron. Se trata, según Parra, de una especie de "hojas Excel" en las que se detallaban las jornadas de los trabajadores en la construcción de la pirámide de Khufu. La obra estaba dirigida por Ankh-haf, medio hermano del faraón Keops, del que se conserva un busto muy fiel. Se menciona el transporte, a través del Nilo y de diversos canales, de los bloques de piedra desde las canteras de Tura hasta Guiza. Además, en ese lugar se encontraron maderos dispuestos en el suelo para deslizar sobre ellos grandes bloques de piedra.

Preguntado en el coloquio sobre la construcción de las pirámides y la supuesta imposibilidad de transportar bloques de piedra de 60 toneladas sin utilizar ruedas -una cuestión recurrente en sus conferencias-, José Miguel Parra precisó que "los egipcios conocían las poleas y la rueda, tenían tornos de alfarería, pero prefirieron llevar los bloques de piedra sobre trineos, deslizándolos sobre el barro".

Señaló que en las grandes pirámides, la media de los bloques era de dos toneladas y media, y que solo había una veintena de bloques de 60 toneladas. Para elevarlas utilizaban rampas de diez metros de alto. Destacó que un arquitecto francés que trabajaba en la reconstrucción de un templo egipcio realizó una prueba, alisando una superficie con arena y barro muy líquido del Nilo. Comprobó que cuatro operarios se bastaban para arrastrar un gran bloque de piedra, debido al mínimo rozamiento.

La conjura mortal en el harén del faraón Ramsés III

  • Recordó José Miguel Parra que "no todo eran fiestas en el harén del faraón". De hecho, el harén era, más que un espacio de placer, "una división administrativa dedicada al mantenimiento del faraón y de su dinastía". Como recuerda el egiptólogo en su libro, "nadie en el antiguo Egipto estaba a salvo de una muerte inopinada y sorpresiva, ni siquiera su todopoderoso soberano", y eso mismo fue lo que le ocurrió a Ramsés III, el último gran faraón, asesinado en el 1155 antes de Cristo.El país estaba sumido en una notable decadencia social y económica, tanto que los obreros del poblado de Deir al-Medina organizaron la primera huelga conocida de la historia, al negarse a seguir excavando y decorando la futura tumba del soberano hasta cobrar los atrasos que se les adeudaban. Lejos quedaban los tiempos en los que Ramsés III había derrotado a los Pueblos del Mar, que arrasaban en el Mediterráneo, y a los libios.Los conjurados escogieron la fecha del trigésimo aniversario de la llegada al trono del monarca, un jubileo que celebraban con una fiesta llamada Sed, y cuyos fastos dejarían al faraón falto de fuerzas y, por tanto, vulnerable al ataque.Las actas del juicio del asesinato se han conservado en papiro, por lo que sabemos que las damas del harén atrajeron a la conjura a seis coperos reales, diez funcionarios del harén, un general y un comandante. Los conjurados penetraron en las habitaciones del palacio de Medinet Habu, en la orilla occidental de Luxor, y degollaron al faraón Ramsés III."Las mujeres organizaron una orgía con los jueces para que no los condenasen", destacó Parra, que recordó que los culpables recibieron su castigo: desde la ablación de la nariz y las orejas a ser obligados a darse muerte ellos mismos.

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