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El arrepentimiento de tener hijos

Cuando la aventura dichosa de la maternidad se torna condena

La presión y las expectativas sociales sobre la maternidad persuaden a muchas mujeres a tener hijos, pero en ocasiones la realidad supone una decepción

Una madre pasea junto a sus dos hijos. // Efe

"Aunque murieran, Dios no lo quiera, seguirían estando conmigo en todo momento. El duelo por ellos, su recuerdo y la pena serían insoportables, pero ahora supondría cierto alivio", Sophia, madre de dos hijos de entre 1 y 5 años. Este es uno de los testimonios que recoge el libro Madres arrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales (Reservoir Books), de la socióloga israelí Orna Donath, que acaba de ser publicado en España. En él se recogen 23 testimonios sobre uno de los tabús más pétreo que sufren las mujeres: el arrepentimiento de haber tenido hijos.

No es el primer libro que trata la insatisfacción maternal, pero sí el que recoge testimonios tan tajantes y reales. Esto ha provocado una repercusión mundial del libro que está dando voz a críticos y defensores de la maternidad. La tesis de Donath nació de una por la falta de deseo de hombres y mujeres israelíes de ser padres y de una frase que se repite mucho también en nuestra sociedad: "Seguro que lo lamentarán". La socióloga plantea como la presión social persuade a las mujeres a tener hijos. Se trata de una variedad de casos con diferentes perfiles, madres de diferentes edades que han tenido uno o varios hijos, porque quería, porque sus parejas lo deseaban o porque creyeron que su vida sería mejor con ellos. La realidad es que la maternidad solo les ha causado insatisfacción y, aunque todas aseveran amar a sus hijos muchas de ellas confiesan que sería mejor que no existieran.

"Hay la creencia de que hay que querer a los hijos de manera incondicional y verbalizar lo contrario parece que está mal, pero es lo más normal del mundo, nuestros hijos no siempre nos van a caer bien", valora la psicóloga Alicia Carballal, vocal de la sección de Psicología y salud del Colegio de Psicología de Galicia. Asegura que este tipo de expresiones se escucha mucho en las terapias. Es más, frases como "¿yo para qué te tendría?" o "un día me voy y no vuelvo" pertenecen a las coletillas habituales de las madres españolas, aunque comúnmente son tomadas como bromas.

Pero a veces esconden una realidad que parece inconfesable. El libro recoge el peso que las mujeres soportan al no poder hablar abiertamente sobre lo que están sintiendo: " Mi marido no lo sabe, como no lo sabe tampoco ninguna de mis amigas" cuenta Maya, madre dos hijos, "No quiero que lleve esa carga a sus espaldas. Si se entera, ¿qué pasará? ¿Dirá que tiene una mujer desgraciada?". Sin embargo, Carballal señala que a veces solo con el hecho de decirlo en voz alta ya supone un alivio.

"Ser madre es un evento muy complejo en el que influyen muchos factores, no solo el biológico, también el social, familiar, personal, de pareja", enfatiza la psicóloga. Considera que en muchos casos el exceso de responsabilidad de las madres es lo que las lleva a sentir un rechazo hacia sus hijos, a necesitar un descanso. Cuando este es el caso, señala que sentimientos como la irritabilidad o la apatía son alarmas para empezar a hacer reajustes: "Delegar responsabilidades y organizar de manera diferente los horarios a veces ya implica una mejora del sentir".

La psicóloga explica que también la personalidad de cada mujer, sus circunstancias e incluso el carácter de su hijo determinarán su nivel de satisfacción con la maternidad. "Seguramente si la madre tiene unas expectativas demasiado altas, donde tener hijos se convierte en el centro de su vida, su experiencia final será peor que la de una mujer más realista, pero ver estas cuestiones polarizadas en blanco o negro es un error".

Ser madre es un hecho sin posibilidad de retroceso y el sentimiento de insatisfacción de millones de mujeres es igual de fehaciente. Donath ha destacado la importancia de plantear la discusión sobre la "presión" que se ejerce sobre todas las mujeres para que tengan hijos. Defiende que el arrepentimiento es "una señal de alarma que no solo debería instar a las sociedades a ponérselo más fácil a las madres, sino que nos invita a replantear las políticas de reproducción y nuestras ideas sobre la obligación misma de ser madres". Y añade: "Si cambian las políticas sociales, las mujeres no dejarán de arrepentirse de ser madres, pero esto ayudaría a reducir el sufrimiento. La situación, tal y como está, es insoportable. Es hora de decir basta ya".

Un hijo no siempre da la felicidad

  • La sociedad impone una serie de expectativas sobre la maternidad que en muchos casos no se ven cumplidas. No lo dicen solo los libros, también una encuesta realizada a 10.000 personas en 5.500 hogares británicos que se ha publicado recientemente. El estudio, que se puede consultar en Demography, se centra en conocer cómo tener o no hijos influye en el bienestar del sujeto, hombre o mujer. Su conclusión es que, especialmente para las mujeres, los costes personales de tener hijos no compensan los momentos de alegría.El equipo, en el que participa un español -el profesor de la Universidad Pompeu Fabra Bruno Arpino- dividió a los participantes en tres grupos: tradicional, donde el modelo masculino mantiene a la familia y la mujer cuida de los niños en casa; moderno, donde ambos progenitores trabajan; y mixto, mayoritariamente mujeres que trabajan pero que además recae sobre ellas las principales cargas del hogar y el cuidado de los hijos.Los resultaron concluyeron que solo las madres tradicionales están más satisfechas que sus homólogas sin hijos. Los investigadores atribuyen este hecho a los altos costes que soportan, sobre todo, las madres mixtas. En el caso de las mujeres con dos hijos, nunca experimentaban mayor satisfacción que aquellas que solo tenían un hijo, independientemente de sus orientaciones familiares.En cuanto a los hombres, los tradicionales y modernos sí aseguraron sentir un aumento de la satisfacción en su vida. Los modernos dijeron sentirse mejor con la llegada de su primer hijo, pero al tener el segundo no ocurrió lo mismo.

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