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Fantasmón Go

La nueva versión no tiene gracia, desaprovecha el cambio de sexo y se regodea en los efectos especiales

McCarthy, McKinnon, Kristen Wiig y Leslie Jones.

El mundo se divide en tres clases de personas: las que adoran la primera entrega de Los cazafantasmas, las que la detestan y las que no la han visto ni falta que les hace.

La nostalgia de aquellos maravillosos años 80 en Hollywood hace que muchas personas tengan un buen recuerdo de una cinta que, revisada ayer mismo para tener frescas sus imágenes, se revela como una obra de humor insulso y desenlace grotesco en la que solo se salvan la endemoniada Sigourney Weaver y unos protagonistas que suplían las carencias del guión con una vis cómica discutible pero que llamó la atención, sobre todo la inexpresividad cachonda de Bill Murray. Y la cancioncilla sigue siendo insufrible.

Pero aquel título que confirmaba la mediocridad abusona de Iván Reitman logró un éxito descomunal y le entró por el ojito derecho a una generación de chavales que hoy la tienen en un pedestal. Mejor será que no la revisen. Y mejor hubiera sido que Hollywood se dejara de fantasmadas para no resucitar una historia bobalicona que en su nueva versión profundiza en los aspectos más toscos pero cambiando a los actores por actrices. Y a Sigourney por un equivalente maligno, Chris Hemsworth, cuyas dotes para la comedia son como mínimo cuestionables.

Aunque varíen escenarios y se modifiquen algunos pasajes el planillo de ambas películas es el mismo, respetando algunos gags y metiendo otros deplorables.

Hay una secuencia que se pretende marchosa con un chiste a costa del racismo que produce vergüenza ajena. Solo los efectos especiales son mejores que en el original, solo faltaría que décadas después no fuera así. De hecho, el desenlace más bien modesto e infantilón de la primera cinta es sustituido aquí por un desmadre a la americana en el que se demuestra la escasa habilidad de su director para manejar el cotarro.

Con Melissa McCarthy al frente del reparto ya nos podemos imaginar los recursos cómicos de los que va a hacer uso, y que aquí están desubicados y mal cocinados.

Kristen Wiig se desenvuelve mejor pero tampoco debería estar agradecida a los guionistas que le han escrito unas líneas de guión tan sosas.

Al final, estas Cazafantasmas que no logran cazar apenas una sonrisa y cuyas pretensiones feministas no aparecen por ningún lado solo pueden aspirar al dudoso honor de ser una de las películas más torpes del año.

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