La primera parte de "Malditos vecinos" enfrentaba a la típica pareja de casados primerizos norteamericanos con una hermandad universitaria. Dos mundos contrarios pero que, por su cercanía de edad, guardan una sensación de nostalgia el uno para el otro: a unos les gustaría regresar a sus años fiesteros y a los otros les gustaría más tranquilidad. Con esta premisa afortunada y con el buen hacer del reparto, el resultado aguantaba perfectamente entre gags gamberros y la maravillosa sensación de que a los cineastas se divertían con el mal.

El planteamiento de la secuela arranca con Teddy Sanders (Zac Efron) abandonado de la juventud y la pareja de Kelly y Marc Radner (Byrne y Rogen) tratando de vender su casa hasta que se enteran que la fraternidad adolescente de Shelby (Chloe Grace Moretz) va a montar un contubernio en el chalé de al lado. Por tanto, la estructura es parecida a la de su predecesora pero con una mirada a las fraternidades estadounidenses de mujeres y tintes de reivindicación feminista. Quizá ese discurso, por otra parte habitual en estas comedias gamberras-morales, sea lo más flojo de la cinta. Como siempre, lo que funciona mejor son los gags: un robo de marihuana, dos idiotas encerrados en un garaje o ese arranque con vomitona sexual.

No sé si es suficiente para justificar una secuela unos cuantos gags bien armados: al final, el resultado de "Malditos vecinos 2" es olvidable. Sin la maldad de la primera y con ese aroma a repetición deslavazada, uno se agarra al buen hacer del trío protagonista y a ese secundario tan bizarro, tan extraordinario que se llama Ike Barinholtz.