Cuando Enrique era un chaval aprovechaba los barcos que llegaban al puerto para ofrecerse como guía y, así, al tiempo que se sacaba un dinerillo, conseguía conversación con nativos. Como todos los chicos de su generación, el actual presidente de Autoridad Portuaria de Vigo comenzó a aprender inglés ya en el instituto. "No de pequeñito, como se intenta ahora con los niños, pero sí es cierto que desde muy pronto empecé a viajar y eso me ayudó mucho a ir mejorando mi inglés", explica.

En el colegio Cluny, además, aprendió francés y, por su pronta pasión por los idiomas, su capacidad innata y la cercanía del país, "el portugués no me fue difícil hablarlo".

Las cosas del destino llevaron a que su media naranja fuera una mujer holandesa con lo que, "encantado", se afanó en aprender el idioma.

Por su trabajo dentro de la Comisión Europea vivió entre Bruselas y Luxemburgo once años, para lo que se puso de nuevo a punto con el francés. "El trabajo en instituciones europeas te da mucha versatilidad con los idiomas; al principio es bastante fatigoso, pero al poco tiempo consigues comunicarte en varios idiomas con naturalidad y facilidad; además, en este campo las relaciones personales valen mucho y, si te aíslas, tu porcentaje de éxito es mucho menor", advierte.

Además de estos idiomas, López Veiga es capaz de manejarse con el afrikaans, la lengua de los afrikaners sudafricanos, que deriva del holandés. "Estuve muchos años en Namibia con el tema de la pesca y es una lengua relativamente fácil, conociendo el holandés", justifica.

También tiene nociones de alemán y, últimamente, estudia árabe, un interés que nació por los proyectos de cooperación al desarrollo en los que participó en Yemen y en Argelia. "Los idiomas te quitan todos los prejuicios y facilitan mucho las relaciones humanas", concluye.