Compartir el vehículo en desplazamientos urbanos nunca ha sido tan sencillo como ahora gracias a las diferentes propuestas que comunican a conductores y viajeros a través de internet, especialmente la de Uber, la aplicación que ha puesto en pie de guerra a las asociaciones del taxi. En los últimos años, la red ha tenido un impacto inesperado y profundo en numerosos sectores económicos, en beneficio del consumidor general y a la vez en perjuicio de las formas tradicionales de negocio: el transporte regulado de pasajeros, tanto urbano como interurbano, no es más que otra muesca en su revólver digital.

Repartir los gastos de viaje con vecinos y compañeros de trabajo no es ninguna novedad, especialmente en tiempos de crisis, pero algunas iniciativas van más allá del entorno próximo y proponen contactar con cualquier persona anónima que se traslade en la misma dirección. Es el caso de BlaBlaCar, red social que potencia el ahora llamado "consumo colaborativo" al facilitar el encuentro de usuarios con el mismo destino interurbano para compartir, en efectivo, los gastos del viaje.

Uber va un paso más lejos: a través de la descarga de una aplicación en el dispositivo electrónico, el usuario detecta los conductores anónimos que se ofrecen en su zona para trasladarle en su coche particular a cambio de un precio previamente establecido.

Cada conductor aporta una serie de datos personales y el tipo de vehículo que posee, para que el usuario escoja el que más le guste y luego pague con su dispositivo electrónico a través de una tarjeta asociada a su cuenta de Uber o bien de Paypal, una de las aplicaciones financieras más populares en la red. Las tarifas dependen de la ciudad, con una base mínima a la que se añaden pequeñas cantidades por minuto y por kilómetro hasta el destino final: Uber se queda con una comisión de un 20 %.

Esta especie de taxi a la carta se mueve, según fuentes del sector, en un "limbo legal" por falta de regulación pero está "haciendo daño" al tradicional servicio de taxi.

El sistema fue inventado durante el verano de 2010 por dos jóvenes estadounidenses aficionados a la informática, Garrett Camp y Travis Kalanick, y su nombre original era UberCab, pero las protestas del gremio taxista en EE UU obligó a eliminar "Cab" ("Taxi", en inglés).

Desde luego, Uber posee un valor económico jugoso. Según datos de la propia compañía facilitados hace unos días la empresa está valorada en unos 18.000 millones de dólares, algo más de 13.000 millones de euros, y posee inversores tan poderosos como Google o el banco Goldman Sachs. En la actualidad, su servicio está disponible en ciudades de casi 40 países. A España llegó el pasado mes de abril pero de momento sólo está disponible en Barcelona.