"Cargas policiales, detenidos y heridos. Las cercanías de Santo Domingo de Bonaval, donde tuvieron lugar los actos civil y religioso y el enterramiento definitivo de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, llegaron a ser, por mucho tiempo, un campo de batalla, en el que los golpes, piedras y otros objetos arrojadizos se entremezclaron en una tarde que debería haber sido de todos los gallegos" (FARO DE VIGO, 29 de junio de 1984).

"Fue una vergüenza. Recuerdo que cuando entramos en la iglesia, tanto Teresa Castelao como yo, que íbamos juntos, lo hicimos a toda prisa, casi le diría que huyendo, porque creíamos que nos iban a agredir, y desde el interior escuchamos los ruidos de las pedradas que se lanzaban contra los cristales de los automóviles destrozando los parabrisas y las ventanillas. En el exterior de la capilla de Santo Domingo de Bonaval, alguna piedra estuvo a punto incluso de impactar contra Teresa. Pero es que ya antes, en el aeropuerto de Lavacolla, se había armado un tumulto, porque había gente, los alborotadores, que pretendían sabotear el acto en la mismísima pista de aterrizaje, cuando el ataúd era desembarcado del avión para introducirlo en el coche fúnebre". El halo de tristeza que invade a Xerardo Fernández Albor cuando su memoria se remonta a aquel 28 de junio de 1984 no impide que el por aquel entonces presidente de la Xunta siga pensando que "cumplí con mi deber e hice todo lo que pude".

Treinta años después, Fernández Albor confiesa que si bien a él también se le había pasado por la cabeza la idea de trasladar a Galicia los restos de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, que reposaban semiolvidados en el cementerio bonaerense de La Chacarita, "la verdad es que no me atreví a hacerlo antes porque temía que a nosotros, los de Alianza Popular, que entonces gobernábamos en minoría, nos iban a acusar de querernos apuntar el tanto a nuestro favor". Pero al doctor Albor le surgió un aliado inesperado, el parlamentario de Esquerda Galega Camilo Nogueira, que fue quien se "atrevió" a presentar una propuesta que, sorpresivamente para aquellos tiempos, fue aprobada por unanimidad en el Parlamento gallego.

Xerardo Fernández Albor

"Teresa Castelao, su hermana, legitimó con su decisión que fuese enterrado en Bonaval"

Presidente de la Xunta en 1984

Camilo Nogueira

"Sabotear el acto fue uno de los más graves errores del nacionalismo gallego"

Presentó la propuesta para el traslado

Una unanimidad, eso sí, con matices, porque de la sesión del debate de la moción estuvieron ausentes los titulares de los tres escaños obtenidos por el de aquella BNPG (Bloque Nacional Popular Galego) que habían sido expulsados de la cámara por no haber acatado, ni siquiera prometido, la Constitución española aprobada en 1978. Fue desde las filas del BNPG, aunque después ninguno de sus dirigentes reconociese responsabilidad alguna sobre los incidentes, desde las que se impulsaron las acciones de "sabotaje", lo cual, para Camilo Nogueira, también nacionalista, también de izquierdas, como los que protestaban, "no deja de ser uno de los varios y más graves errores que el nacionalismo gallego cometió durante la Transición". El propio Nogueira fue objeto de los improperios de sus, en teoría, compañeros ideológicos, "pero -dice- es que a mí ya me ocurrió lo mismo con otros asuntos. Son paradojas de aquel tiempo. Yo, a día de hoy, me siento orgulloso de haber tomado aquella iniciativa, siento que cumplí con mi deber como nacionalista y, bueno, lo cierto es que aquí tenemos, en nuestra tierra, a Castelao, nuestro máximo símbolo, al que por cierto después han acudido repetidamente a homenajear algunos de los que estaban en desacuerdo con el traslado".

¿Por qué y con qué en desacuerdo?. Es una pregunta muy propia de ser efectuada en este trigésimo aniversario de aquel evento al que, una vez aprobado el estatuto y constituido el primer parlamento democrático de la autonomía, muy bien podría calificarse como el acto más simbólicamente importante de la Transición en Galicia.

Lo cierto es que desde el momento en que se aprobó la moción de Nogueira y se puso en marcha todo el engranaje del traslado del cadáver de Castelao a Galicia surgieron voces críticas. Por una parte, estaban los que creían que el cementerio de Rianxo, su villa natal, sería el lugar más apropiado para que descansasen para siempre los restos mortales del egregio galleguista. Y, por otro lado, desde el BNPG y otras fuerzas extraparlamentarias, así como algunas personalidades del galleguismo histórico, se estimaba que la situación politica del momento no era la adecuada para efectuar el traslado, es decir, que Castelao tenía que volver a Galicia, sí, pero a una "Galicia (patria) liberada". En ese sector, además, se blandió con contundencia otro argumento, precisamente el que temía Albor: de ninguna manera se podía permitir que un partido como AP protagonizase un acontecimiento de tamaño calibre pues el partido que presidía Manuel Fraga era, a juicio de los críticos, la antítesis de todo lo que representaba Alfonso Daniel.

De los partidarios de que Castelao fuese enterrado en Rianxo se "encargó" el propio presidente de la Xunta, que hoy lo relata así: "Yo era muy consciente de esa reivindicación, que además me parecía muy respetable. Así que, acompañado por Antonio Rosón, que era el presidente de del Parlamento, me fui a Rianxo a visitar a Teresa, su única hermana superviviente, a quien yo ya conocía y era su amigo, y ella convino conmigo que el mejor sitio era el que habíamos pensado, el Panteón de Gallegos Ilustres. Castelao era un grande de Galicia y debía estar con los grandes: con Rosalía de Castro, con Alfredo Brañas, con Ramón Cabanillas....Y Teresa estuvo de acuerdo, era la persona más legitimada para tomar la decisión porque, le digo una cosa, si ella no hubiese querido, yo seguramente no me habría atrevido a contrariarla: el asunto se zanjaría con la colocación de una placa en el Panteón, y punto". "En la moción de traslado que yo presenté -recuerda Nogueira- no se citaba el lugar donde debería ser enterrado.Pero he de reconocer que el Panteón de Bonaval fue el lugar más adecuado. No olvidemos que está en Santiago, y la ciudad de Santiago es más conocida en el mundo que Galicia".

Lo que Nogueira no pudo conseguir fue aplacar las iras del BNPG y los galleguistas críticos, si bien está de acuerdo con ellos en un punto: "Es cierto que la Xunta, o sea, Alianza Popular, la derecha española y españolista, tuvo un exceso de protagonismo. Pero esto era inevitable. A fin de cuentas, eran los que en ese momento gobernaban Galicia". "Por eso -asegura- a pesar de las pedradas, de los tumultos, en ningún momento me arrepentí de haber presentado aquella moción. Siempre estuve absolutamente convencido de que hice lo que había que hacer y de que los que protestaban estaban equivocados".

Xerardo Fernandez Albor está plenamente convencido de que, si el traslado de los restos se hubiese producido hoy, no se hubieran desatado todos aquellos incidenets: "Soy de los que cree que los tiempos mejoran siempre. Hoy los grupos políticos están más hechos, son más responsables, y seguro que si hubiese un acuerdo en el Parlamento sería rigurosamente respetado por todos".

El entierro en La Chacarita

  • ¿Quién es el finado que llevan en esa carroza? Cierto que, a mediados del siglo pasado, la presencia de emigrantes y exiliados gallegos en Buenos Aires no solo era bien patente, sino que, a través del Centro Gallego, se había erigido en un polo de poder, económico y político. Pero ello nos es óbice para que, algunos ciudadanos bonaerenses, se preguntasen por la identidad del finado en aquel espectacular cortejo fúnebre que trasladó el cadáver de Castelao al cementerio de La Chacarita. Y es que desde, y para, el Centro Gallego, la muerte de Castelao resultó todo un reto organizativo al que había que responder con unos fastos que pretendían formar parte de la historia de la ciudad de Buenos Aires...y de Argentina por extensión. De ello se ocupó la junta directiva del CG desde el primer momento, cuando alzó la bandera de Galicia media asta en señal de luto y se ocupó de comunicar a todos los medios informativos la noticia del deceso desde las primeras horas del domingo, 8 de enero de 1950. Fue en el Centro Gallego donde se instaló, por supuesto,la capilla fúnebre, en un féretro envuelto por la bandera gallega. Durante todo aquel domingo, hasta altas horas de la noche, además de cientos de gallegos, desfilaron las mayores autoridades de la República de Argentina, e incluso algunas de la del Uruguay. Las entidades gallegas, casi sin excepción, enviaron tal cantidad de ofrendas florales que resultó imposible que cupiesen todas en la sala, por lo que algunas tuvieron que ubicarse en los pasillos y en el hall de entrada del edificio social. La salida del Centro Gallego fue flanqueada por el cuerpo de enfermeras con su uniforme profesional. Antes de llegar al cementerio, el féretro fue llevado al Centro Ourensán. Allí, según cuentan las crónicas, "desde los balcones, piadosas manos de mujeres ourensanas arrojaron una lluvia flores sobre el ataúd". Del Centro Ourensán partió el cortejo fúnebre "ante una muchedumbre que paralizaba el tráfico de la Avenida Belgrano". La carroza fúnebre que trasportaba el cadáver, era seguida por una docena más de carrozas en las que se acumulaban todas las ofrendas florales recibidas. Ya en el cementerio, aguardaba una multitud que acompañaría la última etapa: el camino al Panteón Gallego. En las páginas del archivo de Centro Gallego se lee: "É intención da nosa colectividade eiquí radicada, enviar os restos do ilustre patriota a Galiza, cando alí non campe o réxime de barbarie e opresión das liberdades da nosa terra.."