Leo Bassi tiene que pensárselo un momento antes de contestar. Lleva una semana de avión en avión haciendo reír a públicos de Roma, Alemania y Barcelona, cambiando de idioma con la misma rapidez con la que se pone y quita la nariz roja. Anoche aterrizó en Vigo, donde hoy es la estrella de la inauguración de la undécima edición del Festiclown, un evento que acogerá unos 150 espectáculos hasta el próximo 1 de agosto. Bassi ha creado para esta ocasión el espectáculo "The Best", una recopilación de los mejores momentos de su carrera que hoy ofrecerá en el Teatro Caixanova a las 22.00 horas.

–¿The Best significa que era el momento de recopilar lo mejor de su carrera?

–En realidad fue más bien una alternativa que surgió porque no quería faltar a esta cita con el Festiclown, con los que llevo años colaborando y, como este año no tenía espectáculo, se me ocurrió recordar mis mejores momentos de los últimos montajes. Nunca me había atrevido a hacerlo porque mis espectáculos están muy unidos a la actualidad, pero descontextualizarlos y pensar en su valor más teatral ha sido una gran experiencia para mí.

–En este viaje de recuerdos, ¿se ha sorprendido de cómo era hace unos años y cómo es ahora?

–De lo que me he dado cuenta es de que entonces sembré las semillas de lo que soy hoy. Hace quince años estaba anclado en la provocación dura, con una única idea de luchar, pero, incluso sin saberlo, ya había dentro de mí unas intenciones más poéticas que más tarde me empeñé en desarrollar. Este espectáculo me ha ayudado a aclarme mucho y estoy convencido de que interpreto los textos ahora mucho mejor que antes.

–El deseo de reír, ¿fluctúa también al ritmo de la economía, la política y la sociedad?

–La gente siempre tiene ganas de reír y un clown de verdad consigue que lo hagan. Hoy hay muchos que hacen llamarse así y no saben realmente hacer reír al público. Lo que siento en el momento actual es que hay una nueva generación de personas que buscan en el clown a un líder espiritual, alguien que les de respuestas sobre la vida, además de hacerle reír. En realidad los clowns siempre han tenido esa espiritualidad, aunque por ejemplo mi abuelo no era consciente de ello. Pero hoy, con la crisis que viven las religiones y la revolución tecnológica el payaso está cargado de responsabilidad. –Por lo que dice, el clown parece el sustituto de la Iglesia.

–El payaso no puede perder su función primaria, que es hacer reír, pero creo firmemente que somos los nuevos líderes espirituales y que tenemos una misión muy importante que hacer que ya no hacen los monjes.

–¿Con qué mentalidad debe acercarse el público a un festival como el Festiclown?

–La mayoría de las personas que acuden ya conocen bien nuestro trabajo, porque el Festiclown ha conseguido crear a un público muy fiel. También hay otro público que sólo ha seguido el humor a través de la televisión y, al verlo en directo, se dará cuenta de que es muy diferente y de que los espectáculos son muy innovadores. Es una ocasión magnífica para reír junto a otras personas y compartir buenos momentos.

–El payaso es el rey de la improvisación. ¿Es una práctica útil en cualquier profesión?

–La improvisación nunca ha sido fácil pero es un ejercicio muy bueno en cualquier trabajo ya que hoy en todos te piden que sepas defender tus ideas. Yo he impartido cursos por ejemplo para médicos, para los que es imprescindible aprender a comunicarse bien con los pacientes.

–El festival incluye un curso específico para mujeres. ¿Somos menos payasas?

–Este es un problema que nos viene desde hace siglos ya que en el mundo antiguo las mujeres no tenían derecho a hacer teatro y, por tanto, a expresarse ante un público. Ocurre un poco como en el mundo de la religión, que tienen tantos problemas para convertirse en curas. Pero la emancipación de la mujer se ve también en el mundo del payaso;_la mujer tiene que romper con su imagen pasiva y ya es hora de que descubramos su comicidad.