- Uno de los problemas que enfrenta al Gobierno con la Iglesia es la asignatura de la Educación para la Ciudadanía.

- Yo creo que si hay algo en lo que no debe intervenir el Estado es en la formación de la conciencia y de la moral del ciudadano porque son valores que aprenden en la familia. Si no es así, estamos hablando de estados totalitarios con ciudadanos colonizados y no individualizados, como pasaba en los regímenes comunistas.

- Está de acuerdo con la objeción de conciencia.

- Por supuesto. Todos los ciudadanos deben objetar a que se les forme de una determinada manera con una moral diferente a la que ellos defienden.

- ¿Cree que se puede alcanzar una solución?

- Sí. En Suecia, donde también trabajé, había una asignatura donde se enseñaba tolerancia, normas de educación o, por ejemplo, cómo cruzar una calle. Si se orientase así, no creo que hubiera problema.

- Otro punto de gran fricción es el matrimonio homosexual.

- Es una barbaridad decir que la ley se hizo para responder a un pretendido clamor social. Una cosa es respetar las tendencias y las vidas de todos, y otra muy distinta darle legalidad y convertirlo en una institución cuasi religiosa.

- Aquí no será posible un punto de encuentro.

- Nunca habrá entendimiento en este tema porque la Iglesia es eterna y su doctrina no puede variar. Sea quien sea el Papa o forme quien forme la Conferencia Episcopal, la Iglesia no puede ir contra su doctrina ni contra el derecho natural.