Vividores, divos, encantadores, artistas o intelectuales son algunos de los modelos de fascinador que encandilan porque muestran ser lo que admiran sus seducidos, tienen los rasgos que a ellos les faltan y aparentan estar dispuestos a compartirlos, explicó Vallejo-Nágera en una entrevista con EFE.

Por eso, para enamorar, entusiasmar o atraerse el apoyo de otros, una clave infalible es "captar la emoción preferida de quien tenemos delante y dársela", como "ofrecer un caramelo" del que el seductor debe averiguar el sabor, apuntó la psicóloga.

Esta emoción puede ser la tranquilidad y el equilibrio, las sensaciones fuertes, el mundo de las ideas, o la originalidad, señaló la autora del libro, editado por Espasa.

Para sugestionar, el vividor regala una aventura peligrosa, pero que a su lado se convierte en segura, el artista promete creatividad, el cautivador, alegría y el rescatador, ayuda emocional.

La belleza física apenas cuenta en este deporte que persigue prendar la mente del otro, ni siquiera para ser una afrodita, una "diosa de la feminidad", que puede no tener un cuerpo escultural pero lo explota como tal y desprende una elegante fantasía sensorial y sexual que, sin embargo, pocas veces hace realidad.

Este arquetipo es denostado en la sociedad actual porque utiliza estrategias muy arcaicas, que eran el único medio de conseguir protección en un mundo en el que la mujer carecía de derechos, apuntó Vallejo-Nágera.

Hoy tiene mejor imagen la mujer intelectual, pero las afroditas gozan de un enorme éxito entre hombres serios, asentados y poco imaginativos, que nunca se han dado la oportunidad de vivir el tipo de sensaciones que ella promete.

Para deslumbrar es importante conocer en qué arquetipo se encaja para potenciarlo, porque todas las personas tienen características propias que les hacen apetecibles.

Los individuos no son personalidades puras, pero siempre tienen un arquetipo dominante, que se afianza en torno a los 25 años y que se puede identificar porque es el que surge como primera reacción en los momentos de presión, momento en el que se esfuma temporalmente la capa de inteligencia y experiencia que ha acumulado el individuo, indica la psicóloga.

En el camino hasta la fascinación del otro hay unas rutas comunes en todas las estrategias: interesarse por el seducido, dejar que éste hable y se abra, y mantener la elegancia y un halo de misterio en torno a sí mismo, mantiene Vallejo-Nágera.

Hay que rematar infligiendo al otro un pequeño castigo, un distanciamiento temporal que haga que el otro tema perder al seductor.

Para defenderse de manipuladores, la psicóloga subraya una diferencia clara: el seductor busca proveer placer, el manipulador inflige sufrimiento.

La mala noticia para el maestro de la atracción es que no tiene la batalla ganada de antemano, "no se puede seducir a quien no quiere ser seducido" y tampoco puede prendar a todos porque cada arquetipo de seductor hace blanco en unos y no en otros, depende de las carencias de la persona objeto de su atención.