Aligerado con respecto a anteriores ediciones, tanto en la espectacularidad de las propuestas como en extensión y número de participantes, el desfile de Entroido volvió a convocar a miles de vecinos de la comarca que no quisieron perderse la procesión de disfraces, comparsas y cientos de personajes de fantasía que recorrieron el centro de Pontevedra.

Por primera vez en años ayer era posible transitar por las aceras de la calle Benito Corbal, epicentro del desfile, una vez iniciada la comitiva festiva, si bien se repitió el perfil del público: familias con niños y grupos de amigos, muchos de ellos disfrazados, también a diferencia de años anteriores en la que apenas había caracterizaciones entre el público.

Por lo demás, la gran cita del Entroido capitalino volvió a ser un multitudinario escaparate de vestidos de fantasía y coreografías, aunque en esta ocasión con escasas escenografías. Si en anteriores entregas los espectadores pudieron ver un King Kong articulado capaz de elevar una persona o un molino de viento de varios metros de altura, en este 2018 entre las propuestas más espectaculares figuraron un gran pavo real con cola retráctil y armazón móvil con el que desfilaron Pexegueiros de Tui y también la batería de misiles de Os de Sempre, que contaron con el líder norcoreano Kim Jong-Un y un no menos extravagante Donald Trump, además de soldados y vehículos militares, para su propuesta de Entroido.

De nuevo apenas hubo referencias a la actualidad local, salvo excepciones como la parodia de Ence y su pretensión de "poñer todo o monte a alcolitos", los lombos que tuvieron que sortear algunos gimnastas participantes en el desfile, o la Pontevedra Dor ciudad de vacaciones, con su parking de caravanas, sus gaviotas cagando sobre el turista y Parrulo abordando al prójimo con su: Mariiiii!!!! ¿Me das un pitillo?

Y con todos ellos, una Cristina Pedroche que repitió vestido de Fin de Año, varios envases de Frenadol, huevos de dinosaurio, el gallo de Barcelos, Blancanieves o un pollo picantón... No faltaron furtivos o bateas, las gimnastas de la Escola Municipal de Ximnasia Arrítmica (en mala forma), vikingos y dragones, la pulpeira de O Campiño ni todo un conjunto de alfileteros, tijeras y metros escapados un taller de alta costura.

Hubo propuestas más abstractas, como "A santa compaña do Procés", encabezada por Muerte 155, y también inspiradas en la generación mayoritaria entre el público, caso "Yo fui a EGB", con Mazinger, la carta de ajuste, los payasos de la tele, Barrio Sésamo y el barco de Chanquete.

Con sus coreografías, músicas y parodias, alrededor de medio centenar de disfraces individuales, de grupos y comparsas (algunas extensísimas como Estrelas da Noite de Tomiño) desfilaron durante más de tres horas, casi una menos que en la anterior edición.

Al anochecer salieron las agrupaciones que emplean iluminaciones para sus tocados y vehículos. Para entonces, las madres retiraban a los benjamines del desfile, carnavaleros de apenas unos meses como los bebés que participaron en la procesión festiva con Os da Caña y a los que el público aplaudió especialmente como futuro que son del Entroido.