La percepción de la temperatura, la textura, los sonidos o la propiocepción (que nos permite saber la posición de partes de nuestro cuerpo) experimentan cambios si se ve alterado un sentido como el de la vista. Es una conclusión de los neurólogos a la pudieron aproximarse ayer los participantes en la primera actividad del 75 aniversario del Centro de Recursos de la Once, una fiesta que la Organización de Ciegos quiso compartir con representantes de administraciones, empresas, clubes deportivos e instituciones como la universidad.

El anfitrión, el director del CRE José Ángel Abraldes, fue el primero en advertirles sobre la extrañeza de una comida a ciegas. "Es una experiencia que no se olvida... Generalmente la gente se desorienta bastante porque estáis acostumbrados a hablar mirándoos y cuando a alguien no le ves la cara te dicen como que pierden contenido, el lenguaje corporal, incluso dejas de entender si hay ruido porque no ves la boca" del interlocutor.

No solo almorzar o conversar se hace más difíciles, también caminar y varios participantes en la visita sensorial al jardín de camelias reconocían una leve sensación de mareo y en general "el desamparo" que supone no saber si se está frente a un escalón, un obstáculo vertical etc.

El objetivo era concienciar de las dificultades a las que se enfrenta una persona con deficiencias visuales en su vida cotidiana, ya sea para localizar objetos, salvar obstáculos o leer contenidos de la red.

Los alumnos del CIFP Carlos Oroza ejercieron primero de guías en la visita al jardín y posteriormente de atentos camareros. Uno de ellos fue Manuel Abal, que explica que "mediante las horas del reloj les explicamos donde está situada la comida y todo lo que hacemos en la mesa se lo decimos a los clientes, les tocamos en el hombro y le decimos por ejemplo que vamos a servir pan, un poco de agua, vamos a poner el plato principal, siempre avisando y explicando, por ejemplo a las nueve hay una tosta de bacalao para que sepan situarla". Y con estas indicaciones, los comensales degustaron sabrosos entrantes inspirados en la camelia, dúo de crema de puerros y zanahorias con queso de cabra, taco de salmón marinado sobre puré, salteado agridulce de verduras, postres a base de chocolate, pan artesano... Delicias que saborearon a ciegas, extrañados y concentrados en la textura, sabor, temperatura...