El estudio de impacto ambiental del proyecto de dragado del Lérez incluía fuertes medidas de seguidad para evitar que la turbidez afectase a otros bancos marisqueros o al ecosistema marino. Se preveía la instalación de turbidímetros que permitirán medir el grado de sedimentos en suspensión en el agua y paralizar las obras si fuese aconsejable. Además, el depósito se realizaría mediante manguera en el fondo y no a través de la apertura de la cántara de la draga en superficie, limitando así la cantidad de elementos en suspensión cayendo hasta llegar al fondo. De hecho, en sus reuniones con los colectivos que recelan de estos vertidos incluso les ofrecían incoporarse a una comisión de seguimiento de los trabajos. Subrayaban los estudios ambientales según los cuales el dragado no solo no afectará a otras áreas productivas de la ría, sino que la elección de Tambo tiene como objetivo la regeneración del propio lecho marino en esa zona, muy degradada.

Pero estas explicaciones no acabaron por convencer al sector, especialmente navalleiros y bateeiros que se muestran preocupados por los posibles efectos del movimiento de 221.000 metros cúbicos de sedimentos de los fondos de la ría.

Desde los pósitos plantean que, como en otros dragados, los sedimentos se depositen fuera de la ría de Pontevedra, en mar abierto.