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El abandono exhibe su encanto natural

La comarca de Pontevedra alberga algunas de las aldeas deshabitadas con más misterio y belleza de Galicia, la mayoría ubicadas en el concello de Cerdedo-Cotobade

Vichocuntín "Vello" en Cerdedo. // Gustavo Santos

Hace ya más de cuatro años que los miembros del colectivo Capitán Gosende cruzaron por debajo de un hórreo que hace las veces de pórtico los lindes de la hasta entonces perdida Aldea Vella de Vichocuntín o Vichocuntín de Arriba. Lo que vieron después les dejó maravillados. Media docena de imponentes construcciones con el sello de los grandes "canteiros" de la zona habían sido invadidas por la naturaleza. Pero esta invasión no había sido destructiva. Más bien fue armoniosa. Los carballos asomaban por las ventanas y crecían en medio de las imponentes casas que conservaban lareiras, hornos e incluso un raro palomar cuadrangular en una de ellas.

Vichocuntín es solo una de las muchas aldeas y lugares abandonados que jalonan la geografía pontevedresa y que a veces languidecen abandonadas salvo por la acción de colectivos como Capitán Gosende. Calros Solla, uno de los miembros fundadores, explica que uno de los aspectos que más le fascina del viejo Vichocuntín es, por ejemplo, la conservación de una canalización para el aprovechamiento del agua que atraviesa el poblado y la forma en la que la naturaleza ha moldeado este espacio antaño habitado por el hombre para crear un espacio hermoso. "Trátase de un rueiro moi ben distribuido, no hay nada construido en exceso", relata Solla.

Asimismo destaca el valor paisajístico, patrimonial y también etnográfico de estos enclaves. Lugares que nos cuentan historias como la de esta aldea, compuesta con casas de porte señorial al pie del entonces principal camino que atravesaba la comarca del Lérez. Pero llegó el "progreso" y en el siglo XIX se abrió la carretera vieja entre Pontevedra y Ourense más abajo. Este vial selló el destino de aquel enclave al trasladar el negocio al actual Vichocuntín y la antigua aldea acaba por ser abandonada en favor de los boyantes negocios que se abrían en el nuevo lugar de paso. "Probablemente ficou despoboada dende o século XIX e a naturaleza foi botando man dela", explica Solla.

Curiosamente, la construcción de otro vial, la Nacional 541 justo entre las dos aldeas fue también una sentencia de muerte para el nuevo Vichocuntín, en donde apenas quedan habitantes.

No es la única aldea abandonada que merece la pena visitar en la zona. Arufe, en la parroquia de Loureiro, es otro de los ejemplos en los que la naturaleza avanzó sobre las construcciones formando un conjunto digno de ver.

Solla destaca también otros enclaves como As Cortellas de Pedre a las que atribuye un origen como poblado medieval al que posteriormente se le fue dando otro uso como refugio para el ganado. Probablemente fue utilizado hasta mediados del siglo pasado pero la hambruna en los años de la posguerra habría provocado numerosos robos de ganado en un lugar tan apartado, por lo que quedó en desuso.

A Coenllosa de Valongo es otra de las aldeas que destaca Solla en este recorrido por lugares antaño con vida y ahora abandonados. En este caso se trata de un enclave que tiene mucho de su patrimonio trasladado y un ejemplo de arquitectura de subsistencia por la escarpada pendiente y su inclinación brutal. "Dise que en A Coenllosa as vacas tiñas unhas patas máis longas que as outras para poder pastar", explica Solla quien recuerda que "foi algo épico chegar alí". Él mismo recuerda que para la gente de antes, "estar na Coenllosa" era una expresión similar a estar en un lugar muy lejano, como "el quinto pino". Un lugar que fue también "acubillo de fuxidos na Guerra Civil".

La "casa da peste"

Las leyendas rodean también muchos de estos enclaves de la comarca del Lérez. Es el caso de A Godela en donde los restos de otra aldea abandonada sugieren historias relacionadas con epidemias y grandes tragedias. En esta perdida aldea de la parroquia de Augasantas, en Cotobade, todavía había algunas casas habitadas hasta hace muy poco tiempo. Según el INE, ahora allí no vive nadie. Muy cerca de estas viviendas más modernas todavía se pueden ver los vestigios de otras edificaciones de gran porte, probablemente del siglo XVIII (en el dintel de una de ellas se puede todavía leer una inscripción que nos remonta al año 1721) algunas de ellas con arcadas y hórreos que, junto a un peto das ánimas forman un conjunto realmente llamativo.

Una de las edificaciones es conocida como la casa de peste. Recuerdan desde Capitán Gosende las leyendas que hablan de que precisamente los habitantes de esta casa murieron afectados por la temida enfermedad e incluso de una superviviente a la que la población del lugar acudía a llevarle comida que dejaban en un lugar apartado y que ella recogía.

Precaución

Calros Solla destaca la importancia de poner en valor estos enclaves y difundirlos como un reclamo más para la comarca. Pero también subraya la necesidad de respetarlos y de acceder a ellos y observarlos con precaución, dado que cabe recordar que son ruinas en las que no todos los elementos están seguros.

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