La trigésimo tercera edición de la Semana Cultural y Festiva de Combarro arranca hoy a partir de las 21 horas en la plaza de San Roque con la lectura del pregón por parte de una distinguida vecina de la parroquia. María Luisa Sanz Muñoz es la pregonera elegida en esta edición por parte del Ateneo Corredoira para hacer público a los presentes su cariño y fascinación por un pueblo que le acogió en plena posguerra cuando era una niña y que todavía le mantiene presa de sus encantos.

-¿Qué significa para usted ser la pregonera de esta Semana Cultural de Combarro?

-Lo hago con muchísimo cariño, pero tengo los nervios a flor de piel. Hacer un pregón es muy difícil y hay personas mucho más ilustradas que yo y más competentes que ya lo han hecho de maravilla otros años. Yo acepto este encargo con la mayor humildad porque siempre les he dicho que estaré ahí si me necesitaban como ayuda.

- Nadie mejor que usted para hablar de un Combarro que conocer mejor que nadie.

-Mi relación con Combarro comienza desde que llegué aquí cuando era muy pequeña. Tanto mi familia como yo nos hemos enamorado aquí de esta tierra tan querida.

-Desde el Ateneo insisten en que usted ha sido la primera turista en llegar a Combarro.

-Pues sí, efectivamente (se ríe). Y no sólo yo, es que también he conseguido traer aquí a muchas familias que últimamente también han llegada a ubicarse aquí. Mi amor a Combarro es tanto y tan grande que no te lo podría plasmar tampoco lo sabría plasmar en una entrevista, lo llevo muy dentro, sinceramente.

-¿Cómo ha cambiado el lugar desde que llegó usted hasta lo que es ahora?

-Ha cambiado mucho y en muchísimos aspectos. Cuando yo llegué aquí estábamos en plena posguerra, ni la carretera estaba así ni había coches. De niños jugábamos con "pelouros", unas piedrecitas, porque tampoco había juegos como los juguetes que hay ahora. Era una época difícil, yo me iba a estudiar a Pontevedra andando.

- ¿ Y cuáles son sus recuerdos de los primeros años en la zona?

-Al principio vine con mis padres, mi mamá venía enferma por las penurias de la guerra. Teníamos unos tíos que regentaban la panadería de Combarro y en un mes mi madre consiguió engordar nueve kilos, así que mi padre dijo que donde ella estuviera bien, allí se quedaría. Al principio llegamos sin trabajo y sin nada pero como nos sentó tan bien esto y teníamos la ayuda de mis tíos después de un tiempo decidimos quedarnos. Mi padre empezó a trabajar y pudimos alquilar una casita, que por entonces nos costaba 15 pesetas al mes.

-El crecimiento de Combarro, sobre todo en la última década, ha sido enorme ¿le gusta la manera en la que ha evolucionado?

-Toda ha mejorado mucho. La gente vive muchísimo mejor y camina mejor por las calles también, pero yo recuerdo y añoro aquel Combarro antiguo. Por eso me gusta pasear por el casco histórico en esas noches de buen tiempo cuando todo está solitario, eso me encanta, porque veo la poesía de Rosalía de Castro en las piedras esas tan bonitas talladas por las olas del mar. En definitiva, a pesar de los años veo en Combarro el mismo encanto que sentía cuando era niña y que aun ahora lo sigo sintiendo porque te cala hondo. Está claro que esto ha evolucionado mucho, ahora gracias a Dios todos tenemos de todo y eso también influye mucho en mis sentimientos. Siempre para mejorarlos, como no, porque Combarro se merece eso y muchísimo más.