Diego Fortes tiene 25 años y llevaba desde 2007 en paro cuando fue contratado por el Concello de Pontevedra, y a través de un programa de la Xunta, para participar en las brigadas municipales de limpieza, conservación y mantenimiento de espacios públicos.

"Veo el futuro muy negro. Yo no creo que esto mejore en mucho tiempo", dice, ahora que se han terminado esos siete meses de actividad, un joven que, pese a su edad, ya es perceptor de una Renda de Inclusión Social de Galicia, Risga, que no llega a los 400 euros.

Él y sus compañeros se reunieron ayer por la mañana con la concelleira de Benestar Social, Carmen Fouces, con quien disfrutaron de un desayuno que ha puesto el punto y final a esta motivante experiencia laboral.

"Yo trabajaba en la construcción, en la cantería, donde podía, pero me quedé en paro muy pronto y solo tengo estudios primarios, así que para mí no es nada fácil encontrar trabajo", explica Fortes.

Su vida no ha sido nada fácil, ya que desde muy joven ha vivido por su cuenta en pisos compartidos. "Con la paga del Risga no podría permitirme una vivienda yo solo. Para vivir un poco mejor, y aún así llegando muy justo a fin de mes, necesitaría unos cien euros más", dice.

Cuando al joven lo llamaron del Inem para trabajar en la brigada municipal creyó que se trataba de un curso más para desempleados. "No creo en esos cursos. No creo que ese tipo de formación sea útil a la hora de buscar trabajo. La experiencia se coge trabajando, pero la gente como yo se tiene que gastar 2.000 o 3.000 euros en un curso para un trabajo para el que nunca te van a contratar", critica.

Con el dinero que ha conseguido de este empleo a través del Concello, Diego Fortes se ha pagado el carné de conducir, que todavía se está sacando, y que cree que le puede ser útil en la búsqueda de empleo. Aún así, no puede evitar ser muy negativo respecto a su futuro. "Antes del Inem aún me llamaban para alguna entrevista, pero ahora ni eso. Te tienes que mover tú por tu cuenta, pero no sale nada. No me encuentro motivado para buscar trabajo, pero lo hago igual", asegura, para añadir que su esperanza ahora está en las campañas de refuerzo de Navidad.

A la cabecera de la mesa a la que se sienta Fouces, se encuentra Errafa Tammah, un marroquí de 48 años que lleva viviendo en Pontevedra más de trece.

Casado y con dos hijos, estaba desde 2009 en situación de desempleo después de haber trabajado, entre otros, en una depuradora de mejillón en O Grove y en el sector de la construcción en Benidorm. "Allí me quedé en paro y el alquiler de una vivienda es muy caro, por eso volví a Pontevedra", recuerda.

En la actualidad, él y su familia viven en un piso por el que pagan 200 euros al mes y reciben ayuda, alimentos y ropa, de Cáritas.

Tammah no ha dejado de formarse en todo este tiempo pese a estar en el paro, pero sabe que encontrar empleo es muy difícil. "Si hay trabajo, lo hay, a mí no me importa dónde sea. Yo no tengo miedo porque hay gente que está peor, que no tiene dónde dormir ni comida", asegura.

El marroquí se considera un afortunado por haber trabajado en la brigada del Concello "porque hacer amigos siempre es bueno y porque creo que esto siempre te puede abrir puertas".

Vivir en la calle

La historia de desempleo de Jesús Touriño, de 58 años, comenzó hace seis cuando por cuestiones personales lo perdió todo. "Este trabajo para mí ha sido un balón de oxígeno. Me vi en la calle, me vi solo. Lo que no quiero es que me falte un techo", dice ahora.

El pontevedrés se queja de que la sociedad juzgue a las personas por el físico. "Yo me quedé sin dentadura. Ahora, gracias a este trabajo, me he podido poner una. Espero que eso me ayude a encontrar un empleo", desea.

"Después de esto, si ahora me echas atrás, si no me contrata nadie, ¿a dónde voy? Yo iría a trabajar a donde me llamen. No tengo cargas familiares. Me ofrezco hasta para ayudar con una ONG, cooperar donde sea", dice convencido un hombre que no quiere perder la esperanza.