-¿Cómo lo llevaron sus hijos?

-Fue duro. La mayor repitió curso y el pequeño no entendía cómo era posible que me quitasen el pecho. Cuando le pregunté si prefería una mamá sin pecho o una mamá muerta no dudo. Al verme las cicatrices me dio un abrazo, un beso y me preguntó si ya estaba curada. Le expliqué cómo iba a ser la quimioterapia y él se limitó a decirme: "tú vas a estar guapa siempre".

-¿Y usted? ¿Nunca tuvo miedo?

-Nunca. Nunca se me pasó por la mente que iba a morir. Somos cocreadores de nuestra vida. Todo lo que tú no llamas a tu pensamiento no pasa.

-¿Con qué se queda de todo esto?

-Tengo que agradecer que salió la persona que tenía dentro. El verme sin pecho, el tratamiento... sacó lo mejor de mí. Ahora me doy cuenta de que soy más guapa por dentro que por fuera. Hay una fuerza que te ayuda a luchar. Y no siempre todo es la crisis, el trabajo, la suegra... Yo tengo que agradecer a esta enfermedad, si es que se le puede agradecer algo, que yo logré sacar a esa mujer segura, serena, fuerte, capaz.

-¿En qué centra su vida ahora?

-Hago yoga, meditación, ayudo al que me necesita... El amor incondicional es darlo todo a cambio de nada siempre y cuando no te hagas daño a ti misma.

-¿Qué le diría a alguien a quien le hayan diagnosticado ahora un cáncer de mama?

-Que luche con toda la fuerza que tenga, incluso la que no tenga. Que no se quede en la pena, la rabia. Que deje las tristezas, los rencores, en el quirófano. Que no sea por no luchar.

-Creo que quiere agradecer...

-Sí. A mí marido, por su amor incondicional, por ser yo el amor de su vida. A mis hijos, por admirarme tanto. A mis padres y a mis hermanos, porque lo hicieron lo mejor posible. A mi maestra, porque ilumina cada día de mi vida.