Las carencias tecnológicas de los años 60 no habían respondido bien a la modernidad de aquel proyecto en toda su originalidad, y se dejaron sentir a lo largo de su ejecución. Con el paso del tiempo, a las humedades y condensaciones se sumaron visibles efectos de su ventilación deficiente y su mal aislamiento. Todos eran problemas fácilmente subsanables que no requerían de soluciones complicadas.

A De la Sota no sólo le pidieron esos arreglos, sino que también le solicitaron otras mejoras para adaptar el recinto a nuevas exigencias, tanto deportivas como técnicas, incluidas las retransmisiones televisivas. En síntesis, le encargaron un programa tan amplio que difícilmente podía atenderse con un presupuesto tan exiguo, que no superaba los 50 millones de pesetas. Era misión imposible, tal y como se demostró después, cuando se descubrió lo que había pasado y el coste al final se disparó a casi el triple. Para entonces ya no cabía marcha atrás.

Con su paciencia y talante tan característicos, él intentó corregir las pegas que los técnicos municipales pusieron a sus propuestas, hasta que comprendió que no había nada que hacer. Lo que ocurrió exactamente no está escrito, pero se habló en voz baja, mucho y mal, de este asunto en aquel tiempo. No hay que echarle mucha imaginación para hacerse una idea aproximada, a juzgar por el fango que tanto enlodó el urbanismo pontevedrés en los años 80.

Otro en su lugar habría puesto el grito en el cielo. En cambio don Alejandro probablemente se limitó a comentar: ¡Ellos se lo pierden! Y vaya si nos lo perdimos, que llevamos años y años lamentando tamaña sinrazón.

Ante la situación planteada, la junta de gobierno del Pabellón de los Deportes encargó el proyecto al ingeniero municipal, Enrique García Quintela. De inmediato el Colegio de Arquitectos respondió con un recurso contencioso-administrativo por competencia profesional ante la Audiencia Territorial de A Coruña, que finalmente no prosperó.

La gran sorpresa saltó a principios de 1987 cuando ninguna constructora se presentó al concurso para efectuar aquella reforma. Entonces se descubrió que su presupuesto no se ajustaba a la realidad, sino que era mucho más bajo, y nadie quiso asumir un desfase tan considerable.

El alcalde bramó lo indecible, culpó a García Quintela y propuso a la comisión de gobierno del Ayuntamiento su cese fulminante como jefe de la oficina técnica y su sustitución por el arquitecto José M. Padín Sánchez. ¡Vaya lío que se armó!

García Quintela lo paso mal aquellos días e hizo cuanto pudo por arreglar el problema tras la convocatoria de un nuevo concurso. A través de una mediación suya, Construcciones Becalo asumió la ejecución de las obras por un importe de 101 millones de pesetas y antes de terminar los trabajos se anunció un encarecimiento de 40 millones más.

El ingeniero municipal que estuvo en el Ayuntamiento de Pontevedra durante treinta y cinco años no guardó un buen recuerdo de su reforma, pero siempre defendió su respeto hacia el diseño original. Pero eso precisamente fue lo que más lamentaron sus detractores; sobre todo el cambio de la cubierta que caracterizaba el proyecto de De la Sota.

A partir de entonces, los críticos más conspicuos se referían con sorna al "frigorífico de los deportes", en alusión a los diseños industriales de García Quintela. En cambio no pocos deportistas y usuarios alabaron la modernidad, el confort y la dotación de las nuevas instalaciones.

Tras su reinauguración el 12 de enero de 1988 con la final de la Copa Galicia de Baloncesto, el Ayuntamiento de Pontevedra presento al Pabellón de los Deportes como el mejor de Galicia y uno de los mejores de España.

La vuelta a su estado original, tal y como fue concebido por Alejandro de la Sota Martínez ha sido un asunto recurrente desde su fallecimiento en 1996. Muchas han sido las voces que pidieron una reparación digna de la afrenta cometida. Pero me temo que quienes conocieron y admiraron las cualidades originales del Pabellón de los Deportes se morirán antes de que tal cosa suceda, caso de que algún día llegue a producirse finalmente.