Alguna oposición por aprobar o hasta una novia que se resiste a la conquista, pero sobre todo trabajo. Fue la petición más repetida ayer por los pontevedreses que renovaron el rito de las Tres Gracias, una tradición que de nuevo tuvo su epicentro en la pequeña capilla de la calle Tetuán, si bien el Nazareno también se venera en las iglesias conventuales de San Francisco y Santa Clara.

Con todo, fue el diminuto templo situado en las inmediaciones del Teatro Principal el que concentró el interés de la mayoría de los fieles. Éstos hicieron cola desde primera hora para realizar sus peticiones y también para entregar exvotos como velas o flores.

Grupos de voluntarios supervisaron el acceso al pequeño templo, evitando que los devotos permaneciesen demasiado tiempo y se formasen colas kilométricas. Con todo, a mediodía daban la vuelta al Teatro Principal.

"Sobre todo, aquí se pide salud y trabajo", señala Josefina Riveiro, una de las pontevedresas que asegura acudir cada año puntualmente a renovar la tradición de las Tres Gracias. "Hubo años que éramos menos, pero yo creo que con lo mal que está todo viene más gente", asegura mientras espera paciente para acceder al interior del templo.

A solo unos metros, Juan Davila acompaña a su esposa y afirma que en un escenario de crisis "tenemos que dar las gracias solo por seguir como estamos, yo soy pensionista y mis dos hijos trabajan, así que nos damos por satisfechos".

Y es que no solo se acude en el día de las Tres Gracias a pedir favores al Nazareno sino también a agradecerlos. Es el caso de Soledad Vidal, que entrega dos exvotos en agradecimiento a que "mi hija consiguió un trabajo en Madrid, mi otro hijo todavía está estudiando y espero que dentro de unos años traiga otras velas porque también el esté con trabajo".

Y con un empleo, la petición (o el agradecimiento, según el caso) más repetida es también la más clásica, la salud. Y es que no pocos fieles atribuyen al Nazareno una curación o, cuando menos, el soporte espiritual para soportar la dolencia.

Tampoco faltaron madres y abuelas que agradecen al nacimiento de un nuevo miembro de la familia.

Por su parte, los más pequeños y en general los golosos tuvieron oportunidad de entretener la espera con una tradición no menos antigua: saborear una de las rosquillas que se vendieron en los puestos instalados en las inmediaciones de la capilla.