Carlos Carballa Besada "Carramón" era crucerista del Costa Concordia cuando el barco naugrafó en aguas italianas. Hace unos días regresó a la isla de Giglio que los acogiera aquella noche tras el naufragio para visitar a sus gentes y revivir emociones. Este emprendedor y pequeño empresario de Portonovo, fotógrafo profesional en su día, viajó con su inseparable cámara al hombro para retratar la isla y al Costa Concordia que permance semihundido en sus aguas.

–Usted forma parte de una plataforma creada desde las redes sociales por afectados por el naufragio.

–Sí, es una plataforma que se ha creado a partir de un encuentro que tuvimos en Madrid varios de los náufragos. Se hizo con el objeto de mantener el contacto y plantear algún tipo de reclamación conjunta con abogados de por medio. Pero yo en esa plataforma solo pongo mis fotos y mis comentarios, no voy a ir más allá en la reclamación porque la empresa me pagó lo que perdí y entiendo que en mi caso se me resarcieron los daños. Luego hay otra plataforma, esta internacional, impulsada desde Estados Unidos, con muchos vídeos y donde también cuelgo mis fotos. A raíz de estar en contacto uno conoce anécdotas como la de la una pareja de Vigo con los que coincidí que llevaba casi dos años intentando tener un hijo, ella está hoy embarazada, echaron cuentas, y lo engendraron en aquel viaje del Costa Concordia, bonita historia para contarle al niño el día mañana ¿no?

–Tengo entendido que viajó de nuevo a la isla de Giglio.

–Sí, fue un viaje que hice en marzo en furgoneta, 5.000 kilómetros entre ida y vuelta, solo, a modo de aventura, incluso con colchón dentro de la furgoneta porque dormía en ella. Tenía ganas de volver a visitar todo aquello, quitar fotos y hacerme con un chaleco salvavidas del barco. Era una deuda pendiente porque yo tenía el chaleco con el que me tiré al mar y lo traía a modo de recuerdo, pero la policía italiana me lo quitó en la aduana del aeropuerto en Roma antes de embarcar para España, y por más que reclamé no hubo manera.

–¿Y cómo encontró todo aquello?

–Todo está igual, con el barco semihundido cerca del puerto, eso sí, todo muy blindado, con mucha policía y bomberos por todas partes. El acceso a la zona está vallado y custodiado por temas de seguridad. Entre la gente había todavía familiares de desaparecidos esperando noticias y arrojando flores al mar porque aún queda gente por aparecer. Hace unos días aparecieron cinco y ayer mismo [jueves para el lector] me enteré de que solo quedaban dos.

–¿Y su reencuentro con la gente?

–Emocionante. Me encontré con el cura que nos atendió en el colegio donde pasamos aquella noche y venía el hombre cargado de mantas para reponer en el centro porque nadie se había puesto en contacto con él para reponerle todas aquellas mantas que entregó, y él tuvo que buscarse la vida. Pero lo que más me emocionó fue hacerme con el chaleco.

–¿Lo consiguió al final?

–Sí, pregunté aquí y allá y con la ayuda de un policía llegué hasta una señora de la isla que tenía seis o siete en casa. Cuando le conté mi historia y el por qué de mi viaje me lo regaló. Te digo que en el momento me emocioné, porque yo iba dispuesto a pagar hasta 500 euros, que fuera el presupuesto máximo que me había trazado, pero ello me lo regaló. Cuando llegué a mi furgoneta lo escondí bajo el colchón, arranqué y te juro que no paré hasta salir de Italia por miedo a que me pararan en algún control y me lo quitaran otra vez.

–¿No explotan la presencia de barco semi hundido como reclamo turístico?

–Sí, de hecho estuve hablando con el alcalde de Giglio y el hombre está casi encantado con la cantidad de gente que se acerca a la isla para ver el barco. Pero por otra parte están los pescadores y buceadores de la isla que se ven afectados por esta situación y que se quejan porque no pueden pescar en la zona y porque la navegación en el área próxima al barco está prohibida lo que les causa muchos trastornos.

–¿Son muy preciados los objetos a modo de recuerdo del Costa Concordia?

–Supongo, figúrese que pese a estar custodiado tanto de día como de noche por la policía, unos buzos han logrado robarle nada más y nada menos que la campana.