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El Entroido que secuestró las libertades

Familiares y amigos rindieron homenaje a cinco vecinos de Ribadavia represaliados y fusilados en el actual cementerio de San Francisco un Martes de Carnaval de 1937

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El Entroido que secuestró las libertades

"Hoy más que nunca, hay que recuperar su memoria; no eran más que trabajadores, labradores que querían construir un mundo mejor, un mundo de progreso".

Con estas palabras rendían homenaje ayer familiares y amigos a los cinco vecinos de la comarca de O Ribeiro, entre ellos el último alcalde republicano de Ribadavia, Benito Gallego, en el recinto del cementerio de San Francisco de Ourense, antiguo Campo de Aragón, donde fueron fusilados un 9 de febrero de 1937, tras la sublevación militar.

Ante esos monolitos blancos con los que Amigos de la República recuerda algunos de los cientos de vidas silenciadas en Ourense, muchas de ellas contra los muros de ese Campo de Aragón (hoy cementerio de San Francisco) comenzó ayer un homenaje que recuerda "que el jueves 9 de febrero se cumple el 80 aniversario de la muerte de estos cinco vecinos, cuatro de ellos condenados por los tribunales de los militares sublevados, y un quinto llevado ante el pelotón de fusilamiento desde su celda y sin formación de causa", señalaron.

Recuerdan que esa instrucción de justicia militar "fue la mayor instruida en la provincia de Ourense tras el levantamiento", pero además dejó un especial reguero de represión en Ribadavia, pues 106 procesados eran de la comarca del Avia. De estos, 55 pasaron por consejo de guerra, se dictaron 4 penas de muerte, 20 de reclusión perpetua así como duras penas de prisión e incautación de bienes.

Homenaje cívico

"Estos actos de recuerdo se celebran normalmente cada 14 de abril (en conmemoración de la proclamación de la República) pero nos pareció que estos represaliados tenían derecho a un acto propio y a darles voz a sus familiares como estos pedían coincidiendo con el día en el que fueron asesinados", explicaba ayer Manuel Sueiro, tesorero de la Asociación de Amigos de la República y nieto de otro represaliado histórico, el profesor Manuel Sueiro.

Este homenaje cívico y ofrenda floral en San Francisco se produjo en tres fases. La primera, a las 13 horas, fue la del antiguo Campo de Aragón de Ourense. A las 14 horas, en el cementerio de San Pablo de Ventosela, el lugar de enterramiento de Andrés Centrón, y a las 16 horas, en el cementerio de Ribadavia, lugar donde descansan los restos de Benito Gallego, Celso González y Fidel Blanco.

Casi una hora más tarde, este homenaje cívico para la memoria se celebraba en el cementerio de Quins, en el concello ourensano de Melón, donde está enterrado Benito Quintas, pues, según su nieta Odette, "se trata de que se sepa quiénes fueron y por qué murieron; solo eran hombres buenos y trabajadores".

El agrarista

Estos y otros muchos valores que defendieron "desde la honestidad, el compromiso y la lealtad son ahora más necesarios que nunca", señalaba ayer Luisa Centrón,

Ella es la sobrina y ayer además la voz de uno de esos cinco ribadavienses represaliados, Andrés Centrón. Él era en aquel año de la sublevación militar, miembro de la Sociedad Agraria San Paio de Ventosela. Tras regentar un bar de vino del Ribeiro en Cee, volvió a su pueblo. Estuvo preso en el Gobierno Civil de Ourense junto con Benito Gallego, luego se escondió un tiempo, pero al creer que la represión había amainado volvió a su pueblo. Tenía 25 años cuando lo fusilaron.

El trabajador de ataúdes

Celso González Rodríguez, era vecino del barrio de A Madalena de Ribadavia, presidió la Casa del Pueblo y fue miembro de la UGT. Fueron los únicos "delitos", recordaban ayer, por los que el tras el alzamiento fue asesinato con solo 31 años de edad y su familia duramente represaliada.

Su hermano Manuel también fue encausado, pero como muchos otros presos encarcelados en situaciones extremas no fue necesario fusilarlo, pues falleció en la prisión de Pamplona. Toda la familia de Celso González era obrera y muchos de ellos ebanistas en las famosas fábricas de ataúdes de Ribadavia que todavía siguen siendo hoy en día un motor económico de la comarca.

Los restos de estos cinco ribadavienses fusilados tardaron años en ser trasladados a cada uno de los cementerios de sus municipios de origen.

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