El subdirector del Instituto de Medicina Legal (Imelga) en Ourense, Julio Jiménez, fue categórico: "Nunca había visto un cuadro tan claro, florido y característico del llamado síndrome del bebé maltratado, golpeado o agitado". Para los forenses no hay duda: I. sufrió fuertes golpes y zarandeos que le provocaron fracturas y lesiones. La más grave, una fractura en el cráneo con posterior edema que pudo causarle la muerte. De hecho, el pequeño de solo 10 meses sufrió una crisis epiléptica ya hospitalizado que casi le cuesta la vida. Los forenses y los doctores de la UCI pediátrica del CHUO descartan que las lesiones se debieran a al impacto contra el cuerpo de la madre por un frenazo, a supuestas maniobras de reanimación o a golpes contra la cuna, como manifestaron los acusados en su defensa. El fiscal mantuvo la acusación contra ambos en los mismos términos: reclama casi 15 años contra Víctor G. F., el encargado de cuidarlo, como presunto autor de las palizas, y casi 13 para la madre, Alba P. C., a quien considera culpable por omisión, por no actuar pese a que era conocedora de las palizas. La Audiencia Provincial de Ourense dictará sentencia.

Los dos forenses confirmaron la existencia de lesiones graves en el cuerpo del menor, detectadas a raíz de su ingreso, tanto en el cráneo como en numerosos huesos como el cúbito, costillas, radio, tibias y un fémur, algunas de ellas, antiguas puesto que presentaban "callo" óseo. La de la cabeza, en su opinión, tuvo que ser provocada "por un impacto directo contra una superficie roma y plana". Tanto el médico forense como las médicas del servicio de Pediatría corroboraron al tribunal que el bebé presentaba múltiples golpes y hematomas. "Es posible", cree el Imelga, que fuera "zarandeado y golpeado contra una pared".

La doctora ve "improbable" la versión que les dieron el día del ingreso, de que pudo golpearse en la cuna porque era "inquieto", o en el propio coche el día que lo llevaron al hospital. "Es extremadamente improbable" que eso causara la lesión craneal, aseveró uno de los forenses. "Las fracturas en los niños se producen por trastornos de alto impacto", manifestó una de las doctoras. Los forenses recordaron que los huesos de los bebés "son más elásticos" y que la fuerza para fracturarlos "tiene que ser mayor que con una persona adulta"

Los hematomas eran visibles

La mañana del 20 de marzo de 2014, el menor, que solo tenía 10 meses, ingresó por una sepsis clínica y un posible episodio de muerte súbita abortada, pero las pruebas revelaron múltiples fracturas -algunas más recientes y otras más antiguas, ya consolidadas-, un traumatismo en la cabeza y un edema que pudo ocasionarle la muerte, según asintieron varios expertos citados ayer como peritos. El niño estaba "azul, frío y parado" propio de un estado de "pre-coma". A las 48 horas sufrió "crisis convulsivas" que requirieron de tratamiento médico, en una fase "crítica" y una situación "potencialmente mortal". En definitiva, estuvo en peligro.

Los forenses también expusieron que las hematomas tenían que ser visibles para los cuidadores y que el menor debía de manifestar dolor, "por lo que ese cambio en su actitud tenía que notarse". Los moratones "eran apreciables por cualquiera" y de distintos momentos; "no todos eran recientes", completaron las doctoras. El niño estuvo 3 días antes del ingreso en el pediatra con uno en la nariz y una hemorragia en un ojo que se atribuyó a un catarro.

Descartan enfermedad rara

La responsable de Pediatría insistió en que la versión ofrecida por la madre y por quien por aquel entones era su pareja "no correspondían" con el estado en que hallaron al menor, lo que les llevó a activar el protocolo de posible maltrato infantil tras llamarle "la atención" el estado grave del pequeño.

I. nació prematuro y recibió un seguimiento especializado durante sus primeros meses, lo que incluía sesiones de psicomotricidad. Tras analizar el historial los forenses descartan que el menor sufriera fracturas espontáneas de huesos. También lo hizo el traumatólogo. Su estructura ósea era normal.

También en calidad de perito, el especialista apreció lesiones con "distintos estadios evolutivos", algunas antiguas y ya consolidadas. El médico descartó que el menor pudiese tener una osteogénesis impropia, la enfermedad también conocida como 'huesos de cristal'. En la misma línea que los forenses, las múltiples fracturas que presentaba el niño "son compatibles con el síndrome del niño apaleado". La defensa de Víctor G. F. insistió en el interrogatorio a los expertos con la posibilidad de que las fracturas se hubieran provocado con golpes fortuitos como el frenazo al llegar a urgencias que supuestamente arrojó al niño contra el regazo de su madre por la inercia. El traumatólogo fue categórico. "En un niño sano lo veo dificilísimo. En 38 años de ejercicio no vi una situación semejante", afirmó en el estrado.

Lloraba al ver a hombres

También resultó reveladora la declaración de una de las doctoras de Pediatría. Tal y como manifestó, cuando el bebé veía a un hombre se echaba a llorar. En la unidad el niño tenía respuesta al dolor, otro indicio más de que era visible.

El juicio ha quedado visto para sentencia. A los dos acusados se le atribuyen presuntos delitos de malos tratos, lesiones y asesinato en grado de tentativa. Víctor G. F. fue el único autor posible de las palizas, según el fiscal. La madre, Alba P.C., era conocedora y "conocía perfectamente" la conducta agresiva de su pareja, pero "no hizo absolutamente nada". El representante del ministerio público, Carlos Valenzuela -que llevó el caso junto al juez instructor desde el ingreso del niño-, mantuvo la calificación contra ambos.

La defensa de la mujer, ejercida por Nemesio Barxa, solicita la libre absolución por falta de pruebas objetivas, y ha destacado la buena relación entre el bebé y la progenitora, a la que describió como una "madre preocupada" que atendía a su hijo y que seguía todas las pautas. Una de las doctoras de Pediatría confirmó que el niño se echaba en brazos de su madre tras el ingreso. La psicomotricista apreció un "apego importante" entre el pequeño y su progenitora durante las sesiones. La defensa puso como ejemplo de la responsabilidad de la madre que fue ella quien presentó denuncia contra su abuelo -sería condenado- por abusos sexuales a la hija del acusado, que convivía con los imputados y el bebé. Víctor G. F. mantiene la custodia de la niña. La defensa también subrayó que si los acusados hubieran querido la muerte del menor "no lo hubieran llevado a la Residencia", por lo que no cabe el delito de intento de asesinato. El fiscal cree que antes se pusieron de acuerdo sobre qué decir a los médicos.

La abogada del acusado, Lourdes Cacharrón, rechazó que el joven hubiese golpeado al menor, cuestionando que no se hubiesen practicado más pruebas médicas para descartar "otra explicación" a las lesiones. El menor "estuvo en muchas manos", añadió. Además, la letrada considera creíble que los hematomas se hubiesen producido al intentar realizarle un masaje cardiorrespiratorio que le permitió al niño no sufrir una muerte súbita. La letrada argumenta que no cabe atribuir a su cliente un delito de tentativa de asesinato, porque el acusado "reanimó" al menor en su domicilio, según esta versión, -"le salvó la vida", dijo-, y lo llevaron al hospital (es el llamado "dolo de salvación").

Al final del juicio el acusado hizo uso de su derecho a la última palabra. Aseguró que "quería como si fuera suyo" al hijo de su excompañera sentimental y reiteró que "jamás" le puso una mano encima.