Un maniquí tumbado simulaba el cuerpo de la malograda mujer y salsa de tomate, la hemorragia que le causó la brutal agresión cometida a las 0.30 horas del 2 de abril, en el domicilio conyugal de Pazos (Verín). La Policía Judicial de la Guardia Civil de Verín reprodujo ayer todo el escenario que a los 5 días de los hechos ya describió a la juez en su atestado, sin lograr que la instructora, con plaza en otro destino desde hace semanas, acordara medidas de protección a la víctima. Los investigadores grababan ayer la recreación de aquellos primeros hechos. El fiscal de Violencia de Género esgrimió el martillo, el arma del ataque, y Aniceto Rodríguez Caneiro, de 77 años y preso preventivo, confesó la autoría. "Fue un momento de locura, cosas que se me metieron en la cabeza. Yo quería irme al mismo tiempo que ella", dijo sobre el golpe que dejó a Isabel Fuentes en coma.

Un mes después de aquel brutal ataque, entre las 6 y las 7 horas del 8 de mayo de 2015, Rodríguez Caneiro acuchilló a su esposa en la cama del hospital, cuando estaba a punto de volver a comunicarse, según los familiares. Tenía 66 años. El marido cooperó ayer,, dentro de sus posibilidades, en la reconstrucción de la primera tentativa. En su declaración en marzo ya confesó, con lagunas, su implicación en los delitos de tentativa y asesinato por los que será acusado. Ayer fue algo más claro. Entre gritos de "asesino" por parte de familiares y vecinos de la víctima, Rodríguez volvió al domicilio conyugal de Pazos (Verín) donde intentó matar a su mujer por primera vez. Impedido físicamente y mermado también psíquicamente por el ictus sufrido tras el crimen y un intento de suicidio con la misma arma, fue trasladado desde prisión en una ambulancia. La Guardia Civil la custodió.

Ayer no hubo mentiras. Tras golpear a su mujer, salió corriendo a llamar al vecino de enfrente para alertarlo de que habían "matado" a Isabel. Al testigo le llamó la atención que después no quisiera entrar en la vivienda. La Guardia Civil inspeccionó la casa y encontró elementos sospechosos. El hombre aseguró que unos desconocidos entraron a robar y atacaron a su mujer, cuando él se encontraba ya en la cama, que al parecer estaba sin deshacer. Por ahí empezó la reconstrucción, una prueba solicitada por la acusación particular y que la juez que no protegió a la mujer, descartando que ese primer ataque fuera obra del marido, aceptó en su última decisión antes de abandonar el caso y Verín. Los investigadores advirtieron a la autoridad del "peligro" que supondría no restringir las visitas del varón al hospital de Ourense. La magistrada solo vio "conjeturas" e "indicios" insuficientes.

Aniceto Rodríguez no recordaba si la cama estaba intacta ni si había revuelto los armarios para hacer creíble la falsa versión de un robo. Los agentes la desmontaron en seguida, porque, entre otras razones, no faltaba nada en el domicilio -incluido dinero ahorrado- y el cristal de la galería, la puerta de uso habitual para acceder, había sido roto desde el exterior (aún no ha sido repuesto). Los comportamientos del esposo, menos alarmado de lo que cabría, también les escamaron.

El martillo con el que golpeó a la mujer fuertemente en la cabeza, cuando veía la televisión en el sofá, en una sala comedor, apareció fuera. Aniceto Rodríguez no fue capaz de dar detalles ni hilar la cronología completa de la tentativa. Respuestas cortas y balbuceantes fueron mayoría. Varias de sus respuestas fueron un "no lo sé" o un "no recuerdo". De hecho, antes de la confesión del ataque que acabó justificando como un brote de locura, el marido empezó contestando como en su interrogatorio de marzo: "Sería, sería". Las partes insistieron hasta que la respuesta fue, por fin, enunciativa. ¿Por qué quiso engañar a la Guardia Civil? "Locuras que se meten en la cabeza", redundó.

"La protección era antes"

La defensa ha pedido que los forenses acrediten el estado mental del investigado en el momento posterior y anterior a los hechos, para evaluar su salud mental, ante la falta de porqués para un crimen. También quiere que informen los médicos de CHUO e Imelga que lo examinaron tras el asesinato. El entorno de la víctima nunca vio ningún mal gesto del marido ni indicio que apuntara a una situación de malos tratos. Sí señalan que Isabel Fuentes, tras la muerte de su madre, a cuyos cuidados se entregó, hacía más vida social. "Tenía engañado a todo el pueblo", zanjaba ayer, apesadumbrada, una prima de la víctima. A los allegados les molestó el doble cordón que blindó la vivienda y alejó al acusado. "La protección era antes; a quien tenían que haber protegido era a ella", afearon a la Guardia Civil.