Un día de festividad con nombre propio, el de San Lázaro, y al que se sumaron muchos ourensanos, en una mañana fría pero soleada. Después de la misa en la iglesia de Santo Domingo, el santo salió en procesión, en un breve recorrido hasta llegar el templo de los Franciscanos, en donde la comitiva, en la que estaban presentes el alcalde, Jesús Vázquez, y varios miembros de la Corporación municipal, excepto los representantes de Ourense en Común.

Tanto la figura del santo como la comitiva y los ouresanos que acudieron a la procesión, debieron esperar la salida de la gente que llenaba la inglesa para poder entrar. Una devoción hacia San Lázaro que ayer volvió a plasmarse con los numerosos fieles que acudieron a cumplir con la cita religiosa.

Pero también era el día de cumplir con una tradición festiva. Se trata de la quema de las madamitas. Son dos figuras hechas con alambres, papeles y pólvora, que no dejan de giran por las sucesivas explosiones de los petardos sobre sus estructuras de metal fija. Además de bailar de forma acompasada hasta que llega el estruendo final en el que se destruyen por completo ambas figuras.

Espectáculo único

Se trata de un espectáculo único, tanto por su puesta en escena como por la sismología que representa, y al que cada año acuden más ourensanos y visitantes. Una tradición que se remonta a la Edad Media. Es la recreación de un ritual de purificación de todos los apestados que acudían a la fiesta de San Lázaro, en donde hubo una leprosería y tres capillas dedicadas al patrón, y que fueron construidas sucesivamente desde 119 hasta 1895.

En ese entorno festivo, y como marca la tradición, no faltaron los puestos de rosquillas que durante todo el fin de semana se aposentaron frente a la iglesia de los Franciscanos, y en otros laterales del Parque de San Lázaro, que recuperó la imagen de antaño, con una afluencia masiva de ourensanos y visitantes.

Es una de las referencias populares del domingo anterior al de Ramos, y que se convierten en el prologo de camino a la Semana Santa.