En cuestión de unos cuantos años, pocos, una tradición que había resistido inalterable durante siglos sucumbió a la modernidad y sobre todo a la comodidad y a la rapidez. Corrían los 70 y la forma de segar el centeno que habían conocido miles de gallegos durante generaciones cambió para siempre. Las segadoras mecánicas jubilaron primero a las hoces y ya para cuando los 80 asomaron por la puerta, llegaron las cosechadoras que hacían a la vez, y a una velocidad de vértigo, la siega y la malla.

Una clase de historia, interactiva y en directo, eso fue lo que vivieron los vecinos y visitantes que se animaron a acercarse a Queiroás da Igrexa, en el concello de Allariz, ayer por la mañana. Allí, una cuadrilla de once segadores se afanaban en la recolección del centeno tal y como se habría hecho en una mañana del mes de julio de hace cuarenta años. La fecha de la "seitura" también la marca el saber popular, "polo Santiago fouciños ao agro", por lo que el día idóneo para esta tarea será aquel soleado más próximo al 25 de julio.

Y así, hoces en ristre y ataviados con sombreros de paja los alaricanos daban inicio a su peculiar "Festa Etnográfica do Ciclo do Pan". Una idea cocinada en el Concello que cuenta ya con diecinueve ediciones. El propio alcalde, Francisco García, no tiene inconveniente en remangarse la camisa y colaborar en la tarea. Según el regidor, el objetivo de esta actividad es "poner en valor la cultura tradicional del rural". "Una cultura que lamentablemente se ha abandonado en muchos casos, e incluso se ha considerado de segunda", explicaba García.

El alma de Galicia

Así, desde el ayuntamiento han querido "recuperar esta parte del alma de Galicia, de la mano de estos ritos y faenas". También, para enseñarle a las nuevas generaciones "todo este mundo cultural que hay alrededor de estas labores agrícolas". Sin dejar de lado la parte más lúdica y festiva, que es la que "atrae también a bastantes turistas, por su parte emocionante", aseguraba Francisco García.

Una fiesta cargada de nostalgia y también de vivencias que regresan a las memorias de los segadores como Gerardo. Uno de los veteranos que en sus sesenta años lleva desde los catorce dedicando un trocito de cada verano a esta labor. Son muchos años perfeccionando una técnica que asegura es esencial: "Lo más importante es la posición del cuerpo mientras se siega, tener una buena colocación de los pies y la cadera para tener el ángulo adecuado e ir dejando todo bien ordenado", explica. Buena nota de estos consejos va tomando Antonio, el más joven de la cuadrilla que ya lleva unos cuantos años participando en la "seitura" pero sigue convencido de que "hacerlo bien es bastante complicado. Además es muy importante intentar llevar el mismo ritmo y aquí todos son más rápidos que yo ". De hecho, antaño no era extraño que existiese una gran competencia entre los segadores más afamados de cada lugar.

Francisco, Gerardo, Antonio y los demás trabajaban ante la atenta mirada de otros lugareños y también de turistas, la mayoría llegados desde el País Vasco. Uno de los grupos procedente de Bilbao explicaba que "nos gusta mucho el rural de la provincia de Ourense y venimos casi cada verano. Cuando descubrimos esta fiesta gracias a un cartel nos pareció muy interesante acercarnos para conocer las costumbres".

Cuando empezaba a apretar el calor y las fuerzas de los segadores a flaquear, hacían su entrada las mujeres con el avituallamiento.

Con las cestas cargadas de comida y bebida, emulando el trabajo de sus madres y abuelas extendían sendos manteles en la misma finca y servían el almuerzo merecido a los esforzados trabajadores.