Cuando nos acercamos a Celanova por la carretera, ahora también por la recién inaugurada autovía, no deja de sorprendernos y admirarnos la silueta de la torre de Vilanova das Infantas, que se yergue, majestuosa sobre su caserío urbano. Testigo de otros tiempos más convulsos y heredera de una fortificación no del todo desaparecida, se levanta sobre la cima rocosa del núcleo medieval que preside, recortándose contra el horizonte montañoso que alberga el poblado galaico, después romanizado, de Castromao.

Como cuenta J. Taboada Chivite, la villa y el castillo de Vilanova pertenecieron al monasterio de Celanova. Sabemos también que después, avanzado el siglo XIV, la fortaleza fue donada a Juan Rodríguez de Biedma por Enrique II de Trastámara, en correspondencia al apoyo que el noble gallego le prestó en el conflicto sucesorio contra Pedro el Cruel, derrotado en Montiel en el año 1369. Fue una más de las "Mercedes Enriqueñas" concedidas por el monarca como premio a los que le ayudaron a conseguir el trono de Castilla. A mediados del siglo XV era Vilanova, como dice Ángel del Castillo, una de las mejores fortalezas del Conde de Monterrei, antes de que fuese expugnada por los Irmandiños en 1467.

Hoy este edificio histórico, la Torre de Vilanova, acoge el Centro Comarcal Terra de Celanova, nuevo uso al que fue destinado después de la restauración llevada a cabo en los inicios de la década de 1990. Sin embargo, pese a que estamos hablando de "la torre"-en singular- y que desde el exterior sólo vemos una, el título de este breve escrito hace referencia a "dos torres". Y esto merece una explicación.

En el interior de la torre que hoy se conserva, más moderna que la que refieren los estudios históricos que acabamos de citar, se esconden las ruinas de otra, de la verdadera protagonista de esos convulsos momentos ocurridos en los siglos plenos y finales de la Edad Media. Esa torre más antigua que permanecía oculta, la descubrimos durante las excavaciones arqueológicas que realizamos en febrero del año 1992, previas a la restauración del monumento.

En el transcurso de los trabajos identificamos otra construcción dentro del edificio actual, distinta de la que veíamos a simple vista. En el diario de excavación la identificamos como "Estructura Interior" (que ahora llamaremos torre antigua), para diferenciarla de la majestuosa edificación que hoy se conserva (torre reciente). Su planta era casi rectangular y los restos antes ocultos se pueden visitar hoy en el subsuelo de la primera planta del Centro Comarcal, donde podemos verla al descender por una trampilla para observar los lienzos interiores de su cimentación.

A partir del estudio estratigráfico y de los materiales arqueológicos, principalmente fragmentos cerámicos bajomedievales, comprobamos que estábamos ante la torre antigua, derruida en torno al año 1467 en el transcurso de la gran revuelta Irmandiña, junto con otros elementos del castillo de Vilanova.

Durante el ataque a la fortaleza nobiliaria, la habían derribado desmoronándola por su ángulo noroeste, como mostraba una clara evidencia de destrucción que se había practicado a escasos tres metros de altura desde la cimentación. También constatamos esa destrucción en el exterior del edificio, donde hasta entonces existió una muralla adosada a la torre, muralla que los sublevados arrasaron casi hasta sus cimientos.

La planta de la torre antigua era casi cuadrangular, y sus paredes exteriores estaban totalmente exentas con respecto a la reciente, cuyos paramentos interiores se adaptan perfectamente a la ruina preexistente.

A esta antigua torre se adosaban los lienzos de muralla del castillo, formadas por las prolongaciones de su pared meridional, confiriéndole a esta estructura la forma de torre de flanqueo o de protección de una puerta. Los restos de esos lienzos aún sobresalen de las paredes de la torre actual hacia el oeste y el este, cuya existencia también comprobamos en dos catas realizadas en el exterior. Estas evidencias constatan una vez más que la torre reciente envuelve las ruinas de la otra más antigua, la "Estructura Interior".

Una vez que contamos con estos datos, inmediatamente surge otra pregunta. Si la torre actual no es medieval ¿Cuándo fue construida?. Existen elementos estilísticos góticos, representados por alguno de sus vanos. Pero también es cierto que este estilo fue utilizado por lo menos hasta el Renacimiento, como sabemos por muchos ejemplos ourensanos. También los sillares cuentan con numerosas marcas de cantero, constatadas en diversos edificios desde el románico. De este modo, no contamos con un momento exacto para su edificación, aunque si una posible fecha "post quem". Se trata de un documento recogido por X. Ferro Couselo en "A vida e fala dos devanceiros" que textualmente dice: "Ano de mill e quatroçentros e oytenta e un anos, dous dias dos mes de março, en Celanova (?) diso (?) que o dito señor abade lles fezera pagar çento e viinte maravedis a cada un pera torre de Villanova que derribou a Yrmandade".

Aunque no se puede probar que se reconstruyese la torre en 1861, fecha del documento citado, es muy probable que se hiciese en una fecha próxima. De hecho, contamos con ejemplos relativamente cercanos como la Torre das Damas, del castillo de Monterrei, erigida en 1482. También encontramos algo más lejos, en el berciano castillo de Corullón, una sucesión constructiva muy similar a la de las torres de Vilanova.

Independientemente del interés que en sí tiene la secuencia arquitectónica de esta fortificación, nos sirve -además- como ejemplo para recordar al lector que en numerosas ocasiones, muchas, tan sólo percibimos la apariencia externa de las edificaciones históricas. Éstas suelen ser fruto de procesos complejos que, a veces, incluso llegan a modificar totalmente la forma original de la construcción. También es cierto que guardan importantes períodos de la Historia, que se nos va mostrando a medida que empezamos a conocerlos.