"Mi mejor crítico fue un lector de Ourense, un hombre mayor y algo mal encarado que, cuando ya se habían ido todos, se acercó a mí y me dijo: ¡qué difícil debe ser escribir tan sencillo" , recordó ayer Eduardo Galeano. Aquel ourensano anónimo puso el dedo en la llaga de su obsesión como autor pues, "este libro fue escrito once veces de cabo a rabo, por mi guerra permanente contra la inflación de las palabras, mucho más peligrosa que la inflación monetaria".

Así resumía ayer el escritor y periodista Eduardo Galeano (Montevideo, 1940), la filosofía estética de "Los hijos de los días" su, por ahora última novela, que es en realidad "un almanaque", en el que a modo de calendario va deshilando historias reales, con las que va construyendo la propia trama de la vida. "Porque los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero yo creo que estamos hechos de historias", sentenció.

El alcalde de Ourense, Francisco Rodríguez ofició ayer de "telonero" literario, encargado de presentar al autor uruguayo, quien, con su habitual rostro hierático y el alma al aire, evitó los micrófonos y la firma de ejemplares de su libro -está cansado, Ourense es la penúltima estación tras casi un mes y medio de viaje promocional, le exculpó su gabinete de prensa-.

Galeano tampoco dio una conferencia al uso y, sentado en un doméstico butacón en semipenumbra, ubicado en mitad del escenario, fue desgranando las historias de los días. Contó por ejemplo una orden judicial en la que en 1980 en plena dictadura en Santo Domingo, se prohibieron los besos "libinidosos, obscenos como el beso en el cuello, en la partes pudendas (..) o aquellos en los que las mucosas labiales se unen en una insofismable expansión de sensualidad", rezaba el bando . El final de esta historia tan real como reciente, según Galeano "una ciudad que respondió convertida en un gran besódromo. Nunca nadie se besó tanto; la prohibición multiplicó las ganas y muchos hubo que, por pura curiosidad, quisieron conocer el gusto del beso insofismable".

No se olvidó en un brevísima historia del 23 de mayo, día en el que murió Rockefeller, "dueño del mundo, rey del petróleo, fundador de la Stand Oil Company. Había vivido casi un siglo. En la autopsia no se encontró ningún escrúpulo".

El Auditorio estaba repleto de un público ya de antemano fiel a la filosofía del uruguayo, y de una variada postal generacional, dispuesto a saber más de un pensador, disfrazado de escritor y periodista, y con una cadencia irónica en muchos de sus relatos, que emparentó fácilmente con la retranca de su público gallego. Galeano envuelve en su libro historias con fechas y protagonistas reales, con la poesía, y ayer descubrió a su público lector que Mandela, por ejemplo, no fue eliminado por los Estados Unidos de su lista de terroristas más buscados del mundo hasta 2008, o que hasta 1990, la homosexualidad estaba incluida en una lista de la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad mental.

En sus continuas referencias a ese "mundo al revés", como definió de forma repetida su libro, lamentó que "medio mundo esté en guerra permanente contra los pobres, en lugar de estar en guerra contra la pobreza". Y añadió "¿por qué los pobres son pobres?, ¿tal vez porque su hambre y su desnudez, son las que nos dan de comer?" sentenció el escritor.

El pausado relato de estas historias de la Historia, continuó hasta bien entrada la noche y Galeano, desde su plácido butacón de abuelo, lanzó ayer, una vez más, los más inquietantes razonamientos del sabio.