Imposible la elección de una fecha mejor. Justo con el inicio de las fiestas patronales de San Martiño entraba en el Museo Massó de una de las ánforas romanas que se fabricaban en Bueu durante la época del Imperio Romano. Unos envases que los arqueólogos de la Universidade de Vigo han bautizado precisamente como ánforas San Martiño de Bueu tipo I y tipo II. De la primera ya existía una reconstrucción entregada hace un par de años. Ahora la colección se completa con un ejemplar del tipo II, que se caracteriza por un tamaño y unas dimensiones mayores. Su altura roza los 90 centímetros y los científicos estiman que una vez llenas de pescado debían pesar entre 60 y 70 kilos.

El trabajo de restauración de este ejemplar histórico se parece mucho a realizar un rompecabezas. Pero aunque las piezas son muchas menos el trabajo es infinitamente más complicado. Los fragmentos empleados para la reconstrucción del ánfora San Martiño de Bueu tipo II proceden de las excavaciones realizadas por el arqueólogo Fructuoso Díaz en el antiguo espacio que ocupaba la fábrica de Conservas Alonso en el barrio de Pescadoira, en el año 2000. En este mismo espacio fue donde apareció el antiguo horno alfarero romano y todo hace pensar que muy posiblemente el ánfora fue fabricada en ese horno.

El envase se ha podido reconstruir de una manera casi íntegra. "Se han utilizado 85 piezas originales y hubo que descartar otras que no pertenecían a esta ánfora", explica Adolfo Fernández, arqueólogo del Grupo de Estudios de Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio (GEAAT) de la Universidade de Vigo. Uno de esos fragmentos que hubo que descartar era la base, que acababa en un pivote que facilitaba el almacenamiento y transporte. "Las lagunas que había por el cuerpo del ánfora se completaron con unas resinas, mientras que para la base se hizo un molde de escayola en un torno y se 'pegó' al resto del ánfora", explica Fernández.

En realidad esa labor de unir las piezas es el final del proceso. Antes hay que realizar un delicado trabajo previo que es el que garantiza que el puzle será un éxito y que aguantará en el tiempo. Todos los fragmentos son sometidos a un proceso de desalado para que los restos se desprendan de las sales que llevan adheridas desde hace siglos. Para ello las piezas son sometidas durante días continuos a "baños" en agua desionizada. Si no se realizase esta fase se correría el riesgo de que esas sales aflorasen de nuevo, lo que provocaría que el ánfora se agrietase y acabase rompiendo.

El segundo paso consiste en dar consistencia a esos fragmentos. El objetivo es evitar que la pasta de la arcilla se disgregue y se deteriore más. Para eso se le vuelven a dar una serie de baños con un producto consolidante, que rellena los poros y le otorga consistencia al ejemplar a reconstruir.

A partir de este momento comienza el montaje propiamente dicho del rompecabezas. "Es algo que se hace de arriba hacia abajo. Se empieza desde la boca y las asas y se desciende hasta la base, buscando las piezas que realmente encajan y forman parte del ánfora original", explica Adolfo Fernández. En esta ocasión hubo suerte porque se pudieron utilizar hasta 85 fragmentos. Solo hubo que cubrir algunas lagunas en el cuerpo del envase y construir una base nueva. "No significó un gran problema. Tenemos localizados muchos restos de otras ánforas iguales, por lo que sabemos perfectamente como es. Lo que se hizo fue molde para construir en escayola una pieza idéntica y que encajase", explica el arqueólogo.

Adolfo Fernández es doctor en Arqueología y especialista en economía y comercio de época romana y tardoantigua Él se encargó de la dirección técnica, pero la restauración fue tarea del restaurador Noé Valtierra Pereiro. Los criterios fueron los mismos que en el caso de la ánfora San Martiño de Bueu tipo I, aunque en este caso la tarea fue más compleja. "Es un envase de mayores dimensiones, con un diámetro de hasta 45 centímetros y con un peso mucho mayor", explica Fernández. Por eso el restaurador tuvo que emplear estelas de fibra de vidrio en el interior del ánfora para reforzar las juntas. Todo este proceso culmina con un pulido y un pintado con una tinta que sea acorde al color original.

La actividad de salazón en Bueu durante la época romana está constatada al menos entre los siglos I y IV después de Cristo. Adolfo Fernández apunta que todo indica que inicialmente el transporte del pescado se realizaba en cajas u otros medios. La construcción de ánforas no empezaría hasta finales del siglo II y el siglo III. "Parece que hubo un salto en la producción y que se decidieron a exportar. Para ello necesitaban fabricar ánforas, que son el equivalente a las latas de conserva actuales, en las que transportar el pescado", explica el arqueólogo.

Las ánforas que se fabricaban en la zona de Pescadoira eran imitaciones de las lusitanas y hasta la fecha hay documentadas dos tipologías: la San Martiño tipo I, que es más pequeña y destinada a un mercado regional, y la San Martiño tipo II [el modelo ahora reconstruido], que estaba pensada para un transporte marítimo a larga distancia y cuya fabricación se registra sobre todo en el siglo IV.

Los estudios realizados hasta la fecha permiten documentar la presencia de ánforas "made in Bueu" en el sur de la Península Ibérica, en el Mediterráneo y en la mísmisima ciudad de Roma.

La mayoría del pescado que se transportaba era sardina y jurel, especies pequeñas y que se ajustaban bien a las ánforas. "Una vez que la mercancía llegaba a su destino se dedicaba a la venta al por menor. Por eso el ánfora se seccionaba o se rompía por la parte superior y se vaciaba el contenido para la posterior venta", indican los especialistas. Ahora mismo está en marcha un proyecto conjunto entre la Universidade de Vigo y la Universidad de Barcelona para realizar una caracterización arqueométrica de las ánforas de Bueu. Se trata de identificar el ADN de estos recipientes -como el tipo de arcilla, sus características físicas y químicas, ola temperatura de cocción- y así poder identificar como ánforas de Bueu los restos que puedan aparecen en otros lugares del antiguo mundo romano.

La reconstrucción de esta joya arqueológica que es parte de la historia de Bueu se podrá ver en breve en el Museo Massó, que es la entidad que encargó el trabajo. Formará parte del discurso expositivo vinculado a la época romana del yacimiento de Pescadoira y la directora del museo, Covadonga López de Prado, destaca la importancia de contar con una pieza de estas características. "Ahora ya disponemos de las dos tipologías con sendos ejemplares reconstruidos. En pocos años pasamos de no tener nada, ni siquiera conocimiento de que se fabricaban aquí, a tener estas ánforas que se producían en Bueu y que son de gran interés histórico", sentencia.