Reflejos de tierras lejanas, de paisajes, de momentos vividos en viajes. Eso es lo que ofrece la exposición de acuarelas que ayer se inauguró en la sala Amalia Domínguez Búa a cargo del botánico y paisajista devenido en improvisado artista Luis Arranz. El madrileño -vinculado a Bueu a través de su amigo y compañero de viajes Tito Otero- expone hasta el próximo viernes cerca de un centenar de sus obras de pequeño formato y que ofrecen pinceladas de los lugares recorridos a lo largo de su experiencia vital.

"Pinto cuando viajo, no de manera profesional, sino como un recuerdo del viaje", señala el autor. Se trata de dibujos rápidos, elaborados durante el proceso del viaje, en los que invierte entre 10 y 30 minutos. "No tengo una técnica de detalle, sino rápida, tratando de captar la impresión del momento", explica. En un tiempo en el que la tiranía de las cámaras digitales hipertrofia el número de fotografías de cualquier evento, Arranz regresa a los orígenes, recupera la magia de los recuerdos, de los momentos vividos. Y lo hace a través de la acuarela. "Cuando uno viaja siempre va un poco a la carrera, así que debo dibujar rápido, a veces en un tren o en un autobús, en movimiento. Otras no me da tiempo más que a realizar un esbozo. Y ahí se queda, porque nunca los pinto a la vuelta. se trata de captar el momento", afirma.

Asia, África, Centroamérica y Sudamérica centran el grueso de una producción para consumo propio. "Me han preguntado si las vendía, pero no lo hago. Son recuerdos", apunta. Hoy visitará Ons y no descarta realizar un par de dibujos para incrementar su catálogo de acuarelas de viaje.